domingo

Monólogo del deudor

Pagar o no pagar, esa es la cuestión. ¿Qué es más elevado para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante deuda o tomar armas contra el piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? Decidir..., soñar; no más.  ¡Y pensar que con un sueño concretado damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la  pesada herencia! ¡He aquí un término devotamente apetecible! ¡Decidir…, tal vez soñar! ¡Si, ahí está el obstáculo! Pues es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevivir en ese sueño del no pagar, cuando nos hayamos liberado del torbellino de la deuda.                                                                           
¡Esta es la reflexión que da tan larga vida al infortunio! Pues ¿quién soportaría los ultrajes y desdenes del acreedor, los agravios del opresor, las afrentas del soberbio, los tormentos de las ilusiones desairadas, la tardanza de la ley, las insolencias del poder y los desdenes que el paciente mérito recibe del gobernante indigno, cuando el mismo país podría procurar su ventura con un digno default?


¿Quién querría llevar tales cargas, gemir y sudar bajo el peso de una pobre vida precarizada, si no fuera por el temor a algo tras el default, la ignorada región de cuyos confines nadie del poder quiere hablar, temor que desconcierta nuestra voluntad y nos hace soportar los males que nos afligen antes de lanzarnos a otras comarcas que tal vez, aunque no fáciles, fueran promisorias? Así la conciencia nos vuelve cobardes a todos y así el primitivo matiz de la resolución desmaya con el pálido tinte del pensamiento resignado, y las empresas de gran aliento o importancia, por esa consideración, tuercen su curso y pierden el nombre de acción. 


Isabel Garin

Arte: Schweta Rao Garg - Hamlet

1 comentario:

Anónimo dijo...

con la inconciencia que tenemos el FMI no nos va a dejar comprar ni brócoli ni mortadela
Ani

Publicar un comentario