El chico, que tendrá unos veinte años,
me cuenta que no fue un descubrimiento en algún momento de su vida, que lo ha
sabido y lo ha sentido desde que puede recordar y que siempre le ha parecido
tan natural y tan propio que ni siquiera
se le habría ocurrido comentarlo con alguien, como nadie comenta, por obvio, que tiene dos orejas o cinco dedos en la mano.
El chico dice que tiene adentro
suyo una personita que lo habita. Cuando me lo dijo lo miré con desconfianza
calculando si no estaría en pleno delirio, pero luego le creí y me dejé llevar
por su relato. La personita que lleva adentro mide unos tres milímetros y así como
es de mínima lo reproduce exactamente, tal cual es el mismo chico pero en tamaño
minúsculo. Habita entre los huesos del cráneo, por las órbitas, los maxilares,
los cornetes. Por lo general duerme detrás de la nariz, acurrucada en la
cavidad nasal y tan cómoda que el chico ni la siente. Es muy curiosa y suele
salir de reconocimiento por un oído o por otro, aunque también suele dormir
largas temporadas en las que no se siente en lo más mínimo y parece haber
desaparecido en los tejidos interiores.
Cuando el chico quiere jugar con su personita
resopla fuerte y la despierta. Su yo diminuto se despereza, se estira, y si está de buen humor empieza a moverse, da saltitos, gira, baja por la garganta y al pasar le da un
manotazo juguetón a la campanilla, que vibra y produce un cosquilleo muy
agradable, y desciende todo lo que puede, agarrándose a las paredes en
escalada. Al chico le gusta mucho bajar a su interior y ver con los ojos de la
personita lo que hay adentro suyo.
Pero si un día la personita está de mal humor se le
sube por los senos paranasales y se lanza desde allá arriba a toda velocidad
provocándole estornudos como de alergia. El chico dice que siente perfectamente
el raspar de su pequeño yo cuando se desliza fuerte a propósito. Otras veces el minúsculo ser, relajado, feliz,
se deja llevar por el paso del aire, se deja hamacar con el aire que pasa por
detrás de la nariz y se queda jugando ratos largos a ir y venir con cada
inhalación y exhalación.
Así vive el chico habitado por la
personita a la que de ninguna manera quiere perder. Esto manifiesta mientras los dos charlamos
esperando que nos atienda el otorrinolaringólogo. Y me explica que ha venido a
la consulta por dolor de oídos pero que si con esos aparatos de temible poder
que todo lo ven en el interior de la gente le descubren a la personita y la
acusan del problema de los oídos, jamás
permitirá que la ubiquen y se la extirpen. Así asegura cuando el médico sale y
llama al próximo, que es él. Nos
despedimos, le deseo suerte y él entra al consultorio firme y con su decisión ya
tomada.
1 comentario:
ay, me da imprsión tener esa cosita adentro
Publicar un comentario