Entonces,
en 1976, yo era muy joven y vivía en un
pueblo, Veinticinco de Mayo, al que el conflicto social llegaba amortiguado.
Aún así el golpe se presentó violento en las calles del pueblo, con armas y
retenes en la plaza principal, la comisaría como cuartel, las entradas y
salidas cerradas por soldados, y rastrillajes y allanamientos. Se respiraba el aire de la amenaza, latía el
peligro, y de pronto yo tenía libros acusatorios en casa y una actividad estudiantil
y política que era mejor ocultar, aunque la verdad es que era muy menor y obligadamente breve, dada mi edad. Pero un poco más tarde los servicios fueron a
casa de mi familia (yo ya me había ido), revisaron la correspondencia de mi madre y le hicieron insistentes preguntas sobre mis hermanos y sobre mí. Luego iríamos
sabiendo de compañeros detenidos
y ausentes de toda ausencia (todavía sin el nombre “desaparecidos”), de otros
que se exiliaban y de otros escondidos o mudados a lugares alejados de donde habían
vivido. Después conoceríamos la magnitud de lo ocurrido.
“A
mí no me agarraron”, me he repetido como mantra todos estos años. Y “a mí no me
pasó nada”, también me he repetido
contra toda evidencia. La evidencia íntima de quien ha experimentado la amenaza de la tortura y
la muerte atroz como una posibilidad
cierta, de quien quemó o enterró libros, de quien supo de detenciones oscuras y recuerda aquel silencio
atronador sobre lo que ocurría. ¿Es
que hay alguien a quien entonces no le haya
pasado algo?
A
mí no me agarraron pero igual la
vivencia de la dictadura se me quedó adentro.
Muchas veces me he preguntado
si quienes no vivieron bajo ella,
tal vez muchos de los que hoy preguntan
porqué es feriado el 24 de marzo, imaginan cómo es tener interiorizada la
amenaza, el miedo constante, la prevención de hablar ante desconocidos, el cálculo permanente sobre si lo que se está
diciendo es, o podría ser, interpretado con el grave adjetivo de
“subversivo”. Y siento alegría por todos
los que no han conocido esta
interiorización y deseo que siempre sea así y en todo caso, si lo saben, que solo lo sepan contado por la historia.
Y
acá estamos, entonces, las generaciones del `76 padeciendo de Golpe para toda la vida.
Honrados y también condenados a nombrar a los desaparecidos para siempre. Condenados a padecer el `76 con esta memoria de tenazas ardientes sobre la
carne, la rabia de haber conocido el miedo y el deseo de no haber tenido esta
historia.
Por eso me
miro en el espejo en este día y me
reconozco, golpe adentro, como los demás.
1 comentario:
NUNCA MAS! Marchemos todos por la verdad, la memoria y la justicia!!!
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