Un buzón ya
histórico todavía vivo, de pie, en la
era de las comunicaciones digitales, en
Viamonte y Riobamba, Buenos Aires. Lo veo y me da ternura: cuando el buzón trabajaba
enviar y recibir cartas en papel tenía mucho de auténtico y de próximo, aunque
hubiera que esperar días o meses el intercambio postal. Ahora que lo pienso, aquel
intercambio parecía más simplemente humano, con eso de escribir con tinta y con
el trazo de cada uno sobre una hoja, y luego despachar la carta material.
Recuerdo dónde habían algunos buzones
rojos en Veinticinco de Mayo, mi pueblo, y también que me daba
curiosidad ver el trabajo del cartero que los abría y recogía la
correspondencia que hubiera, ¡con estampillado! y que yo estaba a la pesca para ver a alguno cuando lo estuviera haciendo. El
interior del buzón tenía algo de mágico para mí. ¿Será
un homenaje la flor dibujada?
Pero en este momento escribo este post con teclado y con la misma letra para todos que concede Facebook, y con la inmediatez desaforada de estos tiempos. Que no tiene retrocesos. Pero que para los correos electrónicos tuvo que dar el nombre de Buzón, como el de aquellos rojos que recibían cartas en papel, porque otro más ajustado para la función no había.
2 comentarios:
esos buzones...yo también alcancé a verlos en actividad. Tenían aquel encanto rotundo de lo que es concreto, de material, digamos (hacía mucho que no subías nada, Isa)
Ani
Ay Ani, a veces me pierdo un tiempo...pero estoy eh
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