sábado

El bicho

 

Isabel  se agacha para enchufar la computadora  y ahí nomás, en el  suelo, abajo del enchufe, encuentra un bicho. El bicho es grande para ser bicho, flaco y largo, y de color cobrizo. Está inmóvil.  Isabel no lo reconoce pero parece que es de los que vuelan aunque ahora esté en el piso. Una atávica memoria de vida urbana le ordena: matalo. Y sin dudar, en realidad sin pensar, empuña un raid que tiene por ahí, y lo fusila.

Repite el fusilamiento envenenado  tres veces porque las dos primeras el bicho no hace nada, parece que no registra la lluvia atroz del aerosol, y entonces  se le ocurre, a Isabel, que el bicho tal vez ya estaba muerto.  Y en el mismo momento que lo piensa  el bicho cobrizo da un salto con toda su potencia negando esa presunción. Está vivo, bien vivito y saltando. Isabel se asquea, le da repulsa,  y se conduele por el insecto ese, ya intoxicado de muerte.  Que se muera pronto, desea.

Pero el bicho no tiene la misma idea y parece que va a dar batalla. Cae al costado de una silla haciendo un ruidito de toc. Suena toc al caer, tendrá el cuerpo con alguna cubierta algo dura, o como tiene cierto tamaño su cuerpo hace ruido contra el suelo. Toc para un lado, toc para el otro, a un par de metros cada vez y en cualquier dirección. Toc para una ventana, toc para el centro de la habitación, toc arriba de una silla en un salto más alto que los demás.  

Isabel sigue los saltos agónicos con atormentada  atención. No quiere que el bicho se le pierda de vista para asegurarse de que quede fenecido,  no sea cosa que sobreviva a la lluvia de raid, quede oculto por ahí y más tarde se le suba a la mesa o a la cama o algo así…¿Y si se vengara? ¿Si el bicho se vengara del ataque cayendo sobre el plato de comida, por ejemplo, o tuviera cómo morder, o clavar aguijón, o transmitir enfermedades…? Toc para allá, toc para acá … ay, que se quede muertito y quietito de una vez.  En uno de los toc alocados el bicho cobrizo cae sobre un pie de Isabel. Isabel ha sentido el leve choque contra la pierna y luego la caída sobre el pie. Le da toda la impresión de que el bicho sabe lo que hace en sus últimos momentos. También le da una corriente eléctrica de espanto  que le impulsa el pié en una patada al aire para sacarse al bicho de encima.

 El bicho cae lejos de ella y esta vez no hace toc. No hace ningún ruidito. Isabel se acerca desconfiada de que resucite y lo ve caído de costado. Quieto. Espera unos instantes más pero sigue igual,  ahora sí muertito de costado sobre el piso. Busca la pala y el escobillón para tirarlo afuera, en el fondo, para que al menos tenga sepultura natural, culpándose por no haber pensado sacarlo afuera antes del raid.

 Y cuando lo lleva le parece que  todavía mueve una pata.

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