En el día de calor insoportable estoy parada en la esquina
esperando el cambio de luz y he visto distraídamente
a la mujer que enfrente también espera.
Algo nebuloso me ha llamado la atención antes, tal vez que camina muy
enérgica para la pesada jornada o que lleva puesta una camisa demasiado gruesa
para el día bochornoso, o que ella también me ha observado…Cuando la luz cambia
la mujer se apura a cruzar, se para enfrente de mí y me pregunta sin más:
̶ ¿Cómo hace usted para no sudar?
¿Eh? ¿Me preguntó que cómo hago para no sudar, no? Sí, eso me preguntó. De la sorpresa me demoro
en contestar, estoy pensando cómo ha
visto desde la vereda de enfrente que no estoy sudando y por seguir la insólita encuesta estoy por contestarle que recién he caminado
una cuadra, que con un par de cuadras más me caerán las generales, pero ante mi
silencio ella deduce:
̶ Porque es flaca, pero los
que no somos flacos sudamos mal.
Pero la mujer no es gorda, para nada,
observo, y no entiendo el plural que ha usado. Yo hablo ahora y para
democratizar le digo que “los flacos” también sudamos. Pero ella se retira sin más, sigue su camino enérgica y enojada contra la discriminación
que haría el calor, y me deja mirándola desde la esquina donde la luz volvió a
cambiar.
1 comentario:
ufff! tendría al marido gordo y sudado, se me ocurre
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