Viajo distraída en el colectivo, perdiéndome en el transcurrir de la ciudad
por la ventanilla, cuando algo me hace volver: un muchacho, que aparenta unos 25
años mal llevados, está distribuyendo a
cada pasajero una de esas notas que les evita hablar cuando reparten
estampitas a cambio de una moneda. Pero
esta nota me llama la atención porque es grande, una hoja entera de cuaderno o
de bloc, rayada, y la espero con curiosidad. Cuando recibo mi copia y la leo mi
curiosidad no se ve decepcionada: está pidiendo una moneda a cambio de mostrar
su sueño. A modo de título lleva el verso que dice “Los caminos de la vida no
son los que yo esperaba” acompañado del dibujito de unas notas musicales, y
luego dos ojos muy abiertos encabezan junto al Sr. y Sra. Se presentan después
como dos hermanos de la calle, Nahuel y Jesús, que no tienen familia. Dicen que
quieren que su palabra valga y hacer entender su experiencia, y narran sus
hambres, sus fríos y los desprecios que sufren por ser de la calle. Cuentan que
muchas veces piden comida en los negocios y luego ven que la tiran a la
basura. Pero a cambio de la ayuda
solicitada por escrito que aparece al final, algo para sobrevivir, dicen también
“somos soñadores igual que ustedes, y estos dibujos son nuestro sueño”: un sol
gigante mira hacia abajo, a la ciudad, con una gran sonrisa con dientes, más
arriba, en el cielo, pasan unas nubes; el Obelisco está rodeado de globos que
vuelan hacia ese cielo, y también vuelan una gran mariposa, una bandada de
pajaritos, un avión y un barrilete. Bajo el sol aparece también una casa,
custodiada por dos álamos.
La letra y los dibujos parecen ser
de un niño, pero la redacción no es infantil. Me vuelvo a mirar al muchacho,
que ha seguido entregando copias hacia el fondo del colectivo. Viste ropas muy gastadas pero limpias y
prolijas, y tiene una expresión reconcentrada. Le voy a pedir que a cambio de
la ayuda que voy a darle me deje la copia cuando vemos que el chofer se ha
levantado de su asiento, camina hasta la mitad del coche y con los brazos en
jarra le grita:
– ¡Juntá tus papelitos y bajate ya!
El tipo es bastante parecido a una mole, muy alto y gordo, y con una pelada
perfecta y completa que lo asemeja a algún luchador de ring o a un gladiador
con sobrepeso. Algunos cruzamos una mirada de desconcierto, yo miro al muchacho
que tomado de sorpresa se ha quedado paralizado pero el chofer no le deja
lugar a réplica. El muchacho empieza a recoger las fotocopias de su sueño, y el
chofer, que ha vuelto a su asiento, lo vigila por el espejo con mala cara mientras tiene parado el colectivo. Pregunto
en voz alta porqué tiene que bajar así, pero nadie contesta; solo el muchacho
me dice bajito, al pasar hacia la puerta, que él tampoco sabe porqué.
Baja, y la puerta se cierra con
violencia. El colectivo arranca. Que lo echen así no será inesperado en los
caminos de su vida.
1 comentario:
pobrecitos, me duele el alma tanto abandono...
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