Voy caminando por Av. Santa Fe, ayer a la tarde, cuando veo patrulleros y
ambulancias y un tumulto de gente frente al shopping Alto Palermo. Pienso en un
accidente pero algo no coincide: el nudo
de gente no está quieto y callado, se mueve, se agita, lanza voces. Me acerco y me entero: la policía ha detenido
a un mantero, un muchacho nigeriano que
en esa vereda vende carteras y billeteras, y
para que no se lo lleven la gente ha rodeado el patrullero haciéndole un
cerco que ha detenido a la policía. ¿Y las dos ambulancias?, pregunto. Me dan
diversas versiones: el muchacho negro se descompuso con convulsiones, la
policía le pegó, le pusieron algo en una inyección, y tuvieron que
atenderlo. Trataron de llevárselo en la ambulancia, o la gente pensó que
podrían hacerlo, y entonces le pincharon una rueda. La ambulancia tendrá que
esperar el auxilio con el detenido adentro, y en la situación se acerca una
tercera, lo que despierta ironías y bronca entre los presentes: tres
ambulancias aquí en vez de estar atendiendo las emergencias.
El cerco a la policía no cede, al contrario, se agranda sumando más y más
personas que se indignan al enterarse del motivo de la agitación. La gente ya
es mucha, se ha derramado sobre la avenida, y la policía corta el tránsito
desviándolo por Coronel Díaz y por Bulnes.
Se oyen gritos: ¡porqué no detienen a los funcionarios corruptos! y ¡porqué
no detienen a los narcotraficantes! Claro, conversamos entre nosotros, el
nigeriano no pagaría coima, por eso lo detuvieron. ¡Qué vergüenza!, se oye, no
dejan trabajar a un chico negro, inmigrante, que casi no habla el castellano, y
que no hace mal a nadie, en vez de estar persiguiendo a los chorros en serio. El
intercambio fervoroso entre desconocidos
recuerda a las coincidencias apasionadas en la calle durante los días del 19 y 20.
Un poco después la puerta de la ambulancia se abre y se ve al muchacho, lo
van a sacar. La policía se cierra brazo con brazo, y el cerco sobre la policía
se exaspera. Hay gritos, remolinos, se trata de impedir que lo suban al
patrullero, que está a unos metros, y
los cuerpos empujan para que la policía
no llegue al coche. Pero lo logra. Suben al mantero, cierran las puertas, y
entre patadas de furia el patrullero arranca y se va. La acción genera un coro de insultos:
¡coimeros!, ¡cobardes!, ¡hijos de puta!
La policía se ha llevado al protegido pero el tumulto no cesa y ahora se estrecha
sobre los agentes que quedaron custodiando la ambulancia que cambia la rueda. Hay
que verles la cara de miedo. Los indignados insultos se repiten largo rato. Se ve el corte de la avenida como un triunfo y la acción como justa, aunque
se haya perdido. Se forman corrillos que comentan e intercambian fotos y videos.
Varios vecinos del Alto Palermo se asombran: ¿de verdad esto ha pasado aquí, en
este lugar indiferente, inhumano?, dicen,
uno aquí y otro allá, y se reconocen gratamente sorprendidos. Los que no
somos vecinos también nos sorprendemos. Una chica que trabaja en Migraciones ha
obtenido el nombre del detenido, así que verá qué puede hacer, por empezar
avisar a la embajada. Otra cuenta que en
la seccional le informaron el procedimiento: pedirán antecedentes al país de
origen del muchacho. Nueva indignación: ¡pedir antecedentes por alguien que
vendía carteras en la calle!
La gente ha comenzado a menguar, y ahora llovizna. Los últimos veinte o
treinta siguen en medio de la
Santa Fe cortada, todavía disfrutando de haberse convertido
en dueños de la calle. Yo me he encontrado entre los gritos y los empujones con una vieja
conocida, de tiempos de estudiantes. Qué linda manera de reencontrarnos,
pienso.
Intercambiamos los datos de contacto, y le digo que contaré esto. Acá cumplo.
2 comentarios:
la policía se habrá llevado una sorpresa, no? y en ese lugar. No molestan a los del Once, seguro que porque ahí ya tienen las coimas seguras
Yo estuve ahi despues de eso y fue impresionante ver la solidaridad de las personas apoyando al vendedor,y porque tanta brutalidad y semejante despliegue ,porque no van a agarrar chorros en lugar de estar ahi haciendo presencia
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