En el mundo hay gente rara…Hay gente rara que viene a la biblioteca y se mezcla con la demás. Mirando desde aquí, desde el mostrador, uno los ve a todos sentados, leyendo, y mezclados así no se advierte ninguna diferencia. Hasta que el raro llega, o se levanta de su mesa, y empieza la función.
Hace mucho que a mí se me
ocurrió llevar un registro de los raros que vienen aquí. Pero raros en
serio, no sólo los de siempre que piden
un libro, se sientan y se duermen, apoyando una mejilla sobre él
como almohada, ni los que comen a bocaditos escondidos el
sándwich que tienen sobre la falda. Anoto a mis raros en un cuaderno y al cuaderno lo guardo
en un cajón con llave. Lo guardo bajo llave porque cuando lo dejaba a la vista
encontraba anotaciones, dibujos obscenos y tachaduras sobre mis notas. Eran los del turno de la tarde que se reían
de mi interés y decían que yo mismo soy
más raro que cualquier raro que pudiera venir.
A mí no me importa lo que digan, y a
la pregunta de porqué los observo y los anoto puedo contestar que por
la misma razón que se catalogan las
mariposas y las piedras. Así que yo tengo entre mis mejores especímenes:
Un raro, muy alto y desgarbado, que antes de sentarse a una mesa da dos
vueltas enteras a la sala de lectura
mirando las paredes. Una de las paredes tiene
una pintura del fundador de la biblioteca y posters del último congreso. La primera vez
que lo vi me pareció normal que se detuviera
a mirarlos. Pero después observé que se detenía también
frente a las otras paredes que no tienen nada, están limpias de
cuadros, fotos o posters. Y ahí me di
cuenta que lo que examina no es lo que haya colgado sino las mismas paredes. Las paredes, propiamente.
Hay una rara también. Se tiñe el pelo y las cejas de negro renegrido, se pinta los labios de rojo, y usa polleras de color naranja y violeta, o rojo y naranja, largas hasta el suelo. Es la
que siempre pide libros de historia de la moda. Pero lo raro viene después: se
sienta con su libro, comienza a leer (o más bien a observar los dibujos y las fotos), y al
minuto se cambia los zapatos. Saca de su bolso un par de zapatos y sin dejar de
leer se los cambia maniobrando bajo la mesa. Guarda los que tenía puestos. Al
rato, repite: abre el bolso, saca el par
de zapatos que había guardado, se quita
los puestos y se cambia. Le conté hasta cuatro cambios en una sola mañana de
lectura.
Hay otro raro, con barbita y anteojos a lo lennon, que cada vez que viene, y viene seguido, me
pregunta dónde puede sentarse. La primera vez que me preguntó le respondí “en
la mesa que gustes”, con un amplio gesto circular del brazo para señalar la cantidad de mesas libres que había en la
sala. Y creí que le daba respuesta de una vez para todas. Pero no. Cada vez vuelve a preguntar dónde puede
sentarse y a estas alturas de la insistencia yo pienso que debe ser un
interrogante filosófico mucho más allá
de un asiento concreto, tal vez alguna
cuestión interrogable acerca del
descanso humano, al que yo nunca puedo satisfacer con mi
limitada respuesta.
Pero los más raros de todos son los
raros de computadora. Hay una chica que sólo se sienta en la tercera PC.
Yo había notado que se quedaba
haciendo tiempo y merodeaba por el catálogo, hojeaba distraída los diccionarios o se concentraba en su celular. Supuse que
esperaba a alguien más hasta que me di cuenta que esperaba que se desocupara la PC
N º 3. Cuando la 3 se desocupa, vuela y se instala ella. Y
pueden estar todas libres, menos la tercera, y ella no se sienta a ninguna.
Y está Dedos de Papel, que podría ser primo del Manos de Tijera. Dedos llega,
saluda con una inclinación de cabeza, y
se sienta frente a una computadora. Luego abre su portafolios y saca de él un
sobre con recortes de papel rectangulares. A continuación, se enrolla un
recorte en los dedos índice y mayor de cada mano y lo dobla sobre la yema, y así digita sobre
el teclado con cuatro dedos protegidos y los otros en el aire, evitando rozar
las teclas.
A Dedos le tomé fotos con el celular, para dejar constancia. Los de la
tarde se quedaron asombrados cuando se las mostré y por primera vez
dejaron de burlarse de mis registros. Y algo me dice que en cuanto comente mis casos por Internet van a aparecer a contar sobre los raros que ven en su turno, como si se les hubiera ocurrido a ellos y fuera su descubrimiento. Y no me extrañaría que propusieran un concurso
de Raros de Biblioteca, para el cual me
adelanto y dejo aquí presentados a mis
mejores candidatos.
Isabel Garin
16 comentarios:
che, en serio que a mí también se me ocurrió llevar un registro de la gente rara!! no lo hice, pero lo puedo hacer ahora y concursamos je je
Ani
Muy bueno el relato...A medida que lo iba leyendo, hacía memoria de la colección de "raros" que uno debe haber contabilizado en esta profesión. Pero no creo que sea exclusiva del ámbito de las Bibliotecas... en todo lugar que concurre "público"... debe existir esta naturaleza. Las "rarezas", también son subjetivas... puesto que ya uno, de alguna manera al haber elegido esta "profesión" es un poco "raro" también. A cada uno de ustedes, los profesionales de las bibliotecas, les habrá pasado más de una vez que cuando le preguntan por ejemplo: -Y vos, qué hacés?, a qué te dedicás?, o en dónde trabajas?- se quedan un rato medio como en silencia y después te mirar raro, como diciendo -Ahhh y de eso se estudia?- o expresiones similares. Yo recuerdo cuándo aún trabajaba, (ahora estoy jubilado) que a la biblioteca donde yo trabajaba, iba un tipo a pedir siempre el mismo libro, y no se trataba de un libro de esos que el común de la gente define como de "entretenimiento"...o divulgación... No: me pedía un tratado de Física de Sábato-Maiztegui... El tipo, era grande, o sea que estudiando alguna carrera afín al tema, no estaba... hasta que una vez... muerto de curiosidad no pude más y le pregunté por qué motivo siempre leía el mismo libro... Entonces con una inmensa cara de tristeza me dijo que "ese era el libro que llevaba su hija el día que una bala perdida en un tiroteo entre delincuentes y policías la había matado". Creo que le dije algo así como "bueno, discúlpeme" y me fui a sentar a mi escritorio como con una gran vergüenza encima.
uy si que cosas habra atras de esas rarezas, Isa, Santi me parece que podria entrar a tu catalogo: cuando lee concentrado hace un ruido gutural, que lo hace desde los 2 años, nunca se le fue, el otro dia fue re gracioso: estab estudiando y cortaba de a ratos cantando con su mp3: desde afuera se escuchaba que alternaba gritos cuando cantaba co nese sonido gutural a continuacion, un ruiderio radisimo, imaginate en una biblioteca jaja
muy conmovedor! yo también habría preguntado, creo...Mirá lo que puede haber detrás de las rarezas
ahhh sí, primero dirían entre ellos (los bibliotecarios) "escuchá el ruido que hace aquel chico que lee allá" y después le pedirían que se vaya a otra sala o que se calle, ja ja! pero si lo hace sin darse cuenta se le escaparía de nuevo...No recuerdo ese sonido. Sí he escuchado sonidos de otras personas cuando se abstraen leyendo
Algunas personas suelen hacer ruidos raros con la boca, son tics, motores y vocales. Este específicamente es denominado síndrome de Tournete.
Hace poco vi una película muy interesante sobre este síndrome, lo padece un maestro de grado.
Gladys Galván
Muy bueno, Isabel. Un beso grande
Daniel C.
Yo tengo uno fenomeno,raro,similar y asqueroso los jueves viene un tipo a la biblioteca de Hollywood California que mientras lee hace globitos con la saliva como si tuviera un chicle...ja!contame si tenes uno peor!!! un abrazo a todos mis queridos bibliotecarios
No soy bibliotecario, quizás sea en cambio un raro, uno nunca sabe.
Muy buen cuento sobre un tema muy original.
También dejé mi opinión en el blog de Ernesto.
Saludos
Mi correo
roanmer@gmail.com
Gracias
Las Bibliotecas, las iglesias, los hospitales,son la cuna de gentes que solemos llamar raras por su comportamiento, en estos lugares realizan sus sueños, se regocijan con el ambiemnte, se sienten importantes y sienten su verdadera libertad espiritual y física.El Bibliotecario es un gran observador de la gente que asiste a la biblioteca en búsqueda de información y aún más se detiene con aquellas personas que suelen ser diferentes en su comportamiento para utilizar el servicio. De manera Isabel, que yo fui un gran observador de este tipo de personas y el cual siempre me preguntaba, el porque frecuentaba dicho espacio y mi repuesta era siempre que allí se sentía libre, regocijado con el ambiente y la magia de los libros.
Muchas gracias, Roberto! la verdad es que además de lectores raros, hay bibliotecarios raros, quién más, quién menos...
Estoy de acuerdo con vos, creo que la gente encuentra en las bibliotecas un espacio abierto y generoso del que pueden apropiarse. Me encanta que sea así. Esto más allá del humor que le ponga a un cuento (porque de verdad se ve gente rara en las bibliotecas, pero no menos que en un parque o en un bar...)
En la biblioteca que frecuentaba como estudiante, siempre había un tipo
(creo era un indigente) que pedía un libro, se sentaba y lo abría de manera que su cara quedara oculta detrás, y dormía. En los ratos que se mantenía despierto observaba a la gente, y si lo mirabas te guiñaba un ojo. Otra característica chistosa es que de su bolso sacaba un reloj despertador el cual ponía sobre la mesa.
ja ja, el reloj sobre la mesa sería para despertarse a tiempo! yo también recuerdo uno que pedía un libro para dormir, y directamente lo usaba como almohada, ni se molestaba en hacer como que leía. A mí me resultan simpáticos
super interesante, aquí en la biblioteca tambien hay chicos raros, uno en especial que siento que cualquier día va a entrar con una pistola y pegarme un tiro :S qe miedo
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