Es fin de enero y para mí ya pasaron las vacaciones. Los gozosos de febrero
cierran las valijas y se despiden saludando con aires de “el que ríe último,
ríe mejor”.
Yo, que ya abrí y desarmé mi valija, empiezo lenta y perezosamente los rituales del año. Uno de
ellos: renovar la agenda 2013 y,
observo, el índice de direcciones, esas que siguen estando en papel porque el
directorio del celular y los contactos del correo electrónico no pueden
contener ni resguardar todas las direcciones de mi vida.
Primero renuevo la agenda tirando las páginas 2012. Miro las anotaciones: encuentros,
obligaciones, recordatorios, a ciertas horas, en ciertos días. Ya pasaron, se
deslizaron por el año anterior, se perdieron en el tiempo. Veo notas
subrayadas, signos, círculos, llamados, alertas por asuntos a los que debí
atender, mientras iba llenando las páginas de la agenda, una después de otra, una
seguida por otra, persistentemente. ¿Adónde se fueron esos apuros, esas previsiones, aquellas esperas? ¿Qué más queda además de
estas anotaciones con tinta azul?
Algunas me dan risa: arreglos o acuerdos que no se concretaban, enojos, repetidos llamados y búsquedas, visibles ahora como huellas
sobre el suelo inmaterial del tiempo.
Y este año sí, después de varios años de no hacerlo, me tomo el trabajo de renovar el índice de
direcciones. Me asombra su
desactualización. Familiares que ya no
viven donde dice ni tienen este teléfono, tíos
y amigos muertos, compañeros mudados, ex compañeros, absolutos
desconocidos: ¿quién es éste que dice acá? ¿Y ésta? No recuerdo porqué los
tengo anotados, ¿habrán sido importantes en su momento? Y hay otros asentados
en actuales categorías de indeseables, redundantes, inútiles. A veces, no me reconozco en el registro de
tal o cual, ¿para qué anoté a tal o
cual aquí si nunca, pero nunca, lo voy a
llamar? ¿Por qué sigo teniendo anotada a tal persona si no quiero saber nada de ella?
Limpio y hago práctica quirúrgica sobre nombres y lugares, corto, arranco,
y también añado. Anoto de nuevo sus nuevas direcciones, marco en el espacio las señales donde hallarlos. Registro a los
allegados para que no se me pierdan en el año que se deslizará nuevamente, para
que sus nombres, y con ellos mi necesidad de saberlos presentes, no
desaparezcan en el transcurso incesante de un día después de otro, uno seguido
por otro, incansables. Los registro
también para reconocerlos a mi lado, de mi lado, en la trama laboriosa de esos días que voy a tejer desde ahora
mismo, cuando el año recién empieza, en una
urdimbre que el próximo año me
parecerá otra vez liviana y olvidable.
2 comentarios:
Totalmente ! el ritual de la agenda es uno de los que sí o sí nos recuerdan que un nuevo año empezó... Y que lindo es ver esta nueva agenda nueva, vacía casi en su totalidad (la mía ya tiene algunos recordatorios de cumpleaños y algunos turnos médicos anotados)...no?
La mía también ya tiene cosas anotadas! ya se teje el año
Publicar un comentario