viernes

Presentación de El río, de Debora Mundani

La amiga Debora Mundani presenta su novela El río. 
El río resultó primera mención en el  concurso de novela Clarín, 2009 y volvió a ser premiada en el Casa de las Américas 2015. Felicitaciones, Debi, por esta edición largamente esperada!




lunes

Un día en las vidas de Jorge-Matías y el lector


Lo lindo que es acercarse al lector, y no solo lindo sino también lo expectante, con un dejo de prevención, por saber qué es lo que ha leído en lo que yo escribí, qué encontró, cómo sintió al texto, si pudo subirse a él y dejarse llevar. Es un descubrimiento. Un amigo, después de leer la novela Un día en las vidas de Jorge-Matías (personaje veinteañero), me dijo que él se sentía como un Jorge-Matías de 59 años; a cierta señora, mayor y vecina de siempre en mi pueblo, no visitante de Buenos Aires, la historia le pareció entretenida, movida y cambiante, ante mi sorpresa de que hubiera andado de acá para allá todo el día con Jorge-Matías, en esta ciudad de locos, sin cansarse; la amiga Clery la leyó en los bares; el amigo Sergio me propuso que la hiciera guión de cine, o me sugirieron que la llevara a tales ferias, o a ciertos programas de Educación; otros me comentaron que reconocían los lugares y las situaciones, que vivían en la ciudad como se vive en la novela, en una búsqueda urbana y dura, o me avisaron que la compraron en tal o cual librería, dándome un preaviso de lectura. Y yo, oyéndolos con toda mi atención, toco lo que me dicen con la punta de los dedos para cerciorarme, asombrada y feliz, de que eso que imaginé y arrojé al mar sea retomado por cada uno y me lo devuelvan después de haberlo navegado.

Escritores en las redes: un espacio más allá de la literatura

(Por Lucila Pinto) La Nación, 15/2/16

Stephen King tiene una perra que se llama Molly y que el 25 de diciembre se quedó dormida debajo de una mesa con un moño rojo atado al cuello. No lo dijo en una entrevista ni es un fragmento de una nueva novela. Lo escribió en Twitter (y subió una foto). Stephen no sólo tuitea sobre Molly; también critica a Donald Trump e imagina historias de terror modernas, que cosechan más de 7000 "me gusta" (y no es raro, ya que su cuenta supera el millón de seguidores). Mientras algunos escritores se resisten -ni Michel Houellebecq ni Ricardo Piglia tienen cuentas propias en redes sociales, por poner dos ejemplos arbitrarios-, muchos otros son usuarios activos. Aunque el uso más común es el de la autopromoción (novedades editoriales, talleres literarios, entrevistas realizadas), también publican sobre lo que les pasa y sobre lo que piensan. Opinan a favor de un gobierno o de otro, o se quejan porque el calor trajo muchos mosquitos. Y, al igual que todos los seres humanos con una cuenta en una red social, crean una imagen ante los ojos de los demás, a veces a conciencia y otras sin pensarlo demasiado.
La diferencia con los demás mortales es que la materia prima de su trabajo, lo que los hace personajes públicos, es la misma que se pone en juego en las redes sociales: el lenguaje. ¿Cómo se llevan las redes sociales con la literatura? ¿Qué leyes comparten? ¿Escribir en ellas es un acto ligado a la escritura o son dos cosas bien distintas? ¿Cómo las usan los que escriben?
Luis Mey, autor de las novelas Los abandonados (Factotum) y El pasado del cielo (Seix Barral), entre otras, está acostumbrado a compartir en Facebook fragmentos de lo que está escribiendo. "Llegando a la recta final. Incluso le voy a cambiar el título. Les dejo el último fragmento. Algún día, tal vez, con mucha suerte, se lea en libro", subió a su cuenta personal en octubre de 2015, y pegó a continuación un párrafo de una novela que aún no se publicó.
¿Por qué esos adelantos espontáneos? "Es un soporte de publicación como cualquier otro, y acompaña la escritura, le da empuje, motiva y devuelve más rápido el sentido de lo que se te puede escapar. Dura lo que dura una publicación virtual, pero así de inmediata es también la devolución. Instruye más de lo que se cree. Reabre las reglas del proceso creativo. Además, hoy las redes son la principal herramienta de promoción. Es la única segura, la que no te deja a pata. Las otras -críticas, entrevistas- son una posibilidad que no siempre es segura. Se publican muchos libros y el espacio de promoción de medios culturales es estrecho", explica.
En la misma línea, Félix Bruzzone -publicó Los topos (Literatura Mondadori) y 76 (Momofuku), entre otros- sube microcrónicas sobre el trabajo al que se dedica cuando no está haciendo literatura: limpiar piletas ajenas. "Es una lástima romper ese equilibrio de flores y agua cristalina, pero así es la vida en los jardines de por acá. Romper milagros y esperar otro. Siempre alguno llega. Hay que estar tranquilo y saber esperar. Los jardines son profesores de yoga", compartió, por ejemplo, el 13 de enero.
"Escribo en Facebook porque está muy a mano y tiene bastante tránsito, y porque una vez publicado ya me lo saqué de encima. Es una experiencia de escritura mucho menos calculada que la que uno puede hacer en cualquier otro soporte", explica, y agrega que existe la posibilidad de que eventualmente se publique un libro con esas crónicas.

La ventana indiscreta

El 3 de diciembre, Pedro Mairal, autor de Una noche con Sabrina Love, entre otras obras, se preguntó lo siguiente, en forma de verso y en Twitter: "En la mañana de calor / ¿qué se gritan los paraguayos / de un andamio a otro?". Aunque la mayor parte de sus tweets van por el camino de la promoción -de sus talleres y publicaciones-, en su timeline cada tanto aparecen, como perlitas en una jungla hecha de otro material, ese tipo de intervenciones.
"Hay una matriz de haiku, de poema breve, y es interesante instalarlo en ese lugar de circulación veloz. Pienso mis tweets, sí, los premedito a veces. Soy bastante obse. Supongo que sé que hay una expectativa distinta en los seguidores por el hecho de que soy escritor. Pero no pretendo hacer una obra en Twitter, ni recopilar tweets, ni nada así. Tampoco creo que me influya el estilo como sí hicieron los blogs. Lo extraño es que si lo publico en papel, en un libro de poemas, se imprimen quinientos y lo leen doscientas personas a lo largo de cinco años. Si lo pongo en Twitter, quizá lo ven dos mil personas en un rato. Eso es lo que creo que hay que aprovechar de las redes sociales, una posibilidad de comunicación poderosa", dice.
Aunque para Mairal no haya sido así, ¿pueden Twitter y Facebook modificar la obra de un escritor? Además de publicar, ¿sacan material de lo que ven ahí? Según Pablo Ottonello, autor de Quiero ser artista (Tenemos las Máquinas), hay un impulso literario en ser espías de las vidas ajenas. "Es La ventana indiscreta en su versión institucional", dice.
Ottonello se resistió a usar redes sociales hasta mediados de 2015, cuando se fue a vivir a Iowa City, un pueblo del Midwest de Estados Unidos, para hacer un máster en escritura creativa. Después de haberlas prejuzgado por mucho tiempo ("Mi temor, un poco obsesivo, era que me distrajeran demasiado a la hora de trabajar, como pasa con Internet, el Aleph del que hablaba Borges"), se abrió una cuenta en Facebook para estar más conectado en la distancia con la familia y los amigos. Enseguida, empezó a publicar en esa misma red social una serie de "Cartas a Mark Zuckerberg", donde le cuenta que se metió de cabeza en el loop frenético de la red que él creó.
"Me sorprendió cómo la gente elige narrarse a sí misma. Como le escribí a Mark en una de las cartas, me recordó a un texto de Piglia en El último lector, en el que habla de Freud y la literatura: sobre cómo el psicoanálisis nos permitió ver nuestras vidas menores como vidas épicas, vidas de héroes. Me gusta pensar que, a su modo y con sus infinitas variaciones, Facebook replica eso. Facebook me parece un género literario. Y Mark, entonces, sería el demiurgo. Eso se lo dije también, en una de las cartas", explica.

Borges y la biblioteca

Las norteamericanas Margaret Atwood y Joyce Carol Oates son otras dos escritoras muy activas en Twitter. Los temas de Oates suelen ser mascotas perdidas, política, neurociencias y poesía. Atwood, en cambio, es prolífica en elretweet: comparte lo que twittearon otros (y cada tanto sube material propio). Mientras tanto, en Facebook, el cuentista y novelista dominicano Junot Díaz escribe y comparte artículos sobre la integración de los latinos en Estados Unidos.
Muchas veces, las redes sociales son un lugar para opinar, sea sobre proteccionismo animal, sobre política o sobre literatura, para mostrar en qué lugar del mapa de las ideas está parado uno. Para Enzo Maqueira, autor deElectrónica (Interzona), entre otras novelas, esa es su función fundamental. "Hay una representación de mí como escritor que es en las redes y yo me tengo que ocupar de que siga siendo. En la era de la autogestión y la sobreinformación, el artista tiene que abrirse paso. Las redes son la forma más directa de conseguir visibilidad, pero también de discutir", dice.
Las peleas en redes sociales entre escritores existen. Maqueira, por ejemplo, fue foco de un intercambio con el editor y poeta Damián Ríos, después de que Ríos criticara sus apariciones en los medios.
Aunque admite que a veces le dan fiaca, le sale fácil prenderse en esas polémicas: "No se puede pensar a Borges sin la idea de una biblioteca. Lo mismo pasa con nosotros y las redes. Ser parte de ellas implica participar de una discusión constante sobre los temas en agenda. El nuevo paradigma de escritores no le da la espalda a su tiempo y dialoga como se dialoga hoy: en redes sociales, con fotos de gatitos, con tweets, con lamentarnos todos cuando se muere David Bowie. No se puede estar ajeno a las redes sociales, porque son la gran marca de la época".

domingo

El tiempo no para


 
Así, con la frase que remite al tema de la Bersuit, abre el calendario artesanal que recibí de regalo en el arbolito, a fines de 2015. Me lo regaló mi hermana María Elena, que ilustró cada mes con una obra suya, de sus pinturas.Y ya estando en febrero y viendo que, en efecto, el tiempo no para, me acomodo a él  y empiezo, con demora, los rituales del año. Uno de ellos: renovar la agenda  2015 y el índice de direcciones, esas que siguen estando en papel porque el directorio del celular y los contactos del correo electrónico no pueden contener todas las direcciones de mi vida.  

Primero renuevo la agenda tirando las páginas 2015 para colocar las del 2016. Miro las anotaciones: encuentros, turnos, recordatorios, a ciertas horas, en ciertos días. Ya pasaron, se deslizaron por el año anterior, se perdieron en el tiempo, en eso que corre para atrás en el deslizador de la memoria. Veo notas subrayadas, signos, círculos, llamados, alertas por asuntos a los que debí atender, mientras iba llenando las páginas de la agenda una después de otra, una seguida por otra,  incansablemente.  ¿Adónde se fueron esos apuros,  esas previsiones y esas esperas? ¿Qué más queda además de estas anotaciones con tinta azul?  Algunas me dan risa: arreglos o acuerdos que no se concretaban,  repetidos llamados y búsquedas, tal vez con enojos incluidos, visibles ahora como  huellas  sobre el suelo inmaterial del tiempo.

 Y este año sí, después de varios años de no hacerlo, me tomo el  trabajo de renovar el índice de direcciones.  Me asombra su desactualización.  Familiares que ya no viven donde dice ni tienen este teléfono, tíos y amigos muertos, compañeros mudados, absolutos desconocidos: ¿quién es éste que dice acá? ¿Y ésta? No recuerdo porqué los tengo anotados, ¿habrán sido importantes en su momento? Y hay otros asentados en actuales categorías de indeseables, o redundantes, o (sin ningún cariz peyorativo), inútiles.  A veces no me reconozco en el registro de tal o cual, ¿yo lo anoté,  y para qué  anoté  a tal  o cual si nunca, pero nunca,  lo voy a llamar? ¿Y por qué sigo teniendo anotada a tal persona si no quiero  saber nada de ella?


 

Limpio y hago práctica quirúrgica sobre nombres y lugares, corto, arranco, y también agrego. Anoto nuevas direcciones, marco en el espacio con renglones de cada hoja las señales donde hallarlas. Registro a los allegados para que no se me pierdan en el año que se deslizará nuevamente, para que sus nombres no desaparezcan en el transcurso incesante de un día después de otro, uno seguido por otro, indetenibles, porque en verdad el tiempo no para. Los registro también para reconocerlos a mi lado, de mi lado, en la trama laboriosa  de esos días que voy a tejer desde ahora, cuando el año es nuevo todavía, en una  urdimbre  que el próximo año me parecerá otra vez liviana y olvidable.





miércoles

Anochecer de enero en Costanera Sur

Atardecía el domingo y el calor seguía siendo tórrido. Me fui a Costanera Sur, a respirar más cerca del río y donde hubiera verde y espacio abierto. ¿Sabían ustedes que allí se arman flor de bailes los domingos? Yo no lo sabía porque hacía mucho que no andaba al atardecer por allá.  Caminé entre otra gente que paseaba y entre las mesas de los barcitos que también seguían  abiertos. Los puestos de comidas  no se habían levantado y sus luces eslabonaban la perspectiva a lo largo.  A un costado, la Reserva Ecológica se iba oscureciendo y allá y más lejos se perfilaban algunas aves acuáticas,  blancas, ya quietas en sus nidos o sobre el agua en la Laguna de los Coipos, la más cercana a la calle. El contraste entre el movimiento y el ruido en la calle y la calma que trataba de buscar la Laguna era muy grande, más bien contradicción.

Seguí caminando y una cuadra más adelante  vi a un grupo de personas que se movían y se agitaban cerrando la vereda, y cuando estuve más cerca escuché una chacarera. Se bailaba chacarera en la Costanera Sur. Alguien atendía el equipo de música y al parlante;  las parejas eran desiguales en edades, en altura, una mayoría mixtas y la otra parte de mujeres, pero todas bailaban sonrientes y alegres de adueñarse del lugar chacarereando.

Dejé atrás a los folklóricos, seguí mi camino  y un par de cuadras después vi a otro grupo de personas que también se movían cerrando la vereda.  ¿Otro grupo de bailarines? Me acerqué y los descubrí con sorpresa: estos bailaban salsa, y no eran pocos, serían unas treinta parejas. La música irresistible sonaba en ambiente en el  anochecer caluroso, y las parejas bailaban muy bien. ¿Todas bailan bien?, me pregunté, observándolas con un poco de envidia: sí, todas lo hacían bien, no había ninguna aprendiendo ni ninguna torpe. Bailaban sudorosos, concentrados, sensuales, algunas parejas mirando a los pies, otras, tal vez las enamoradas, mirándose a los ojos. Así que salsa en Costanera Sur.

Seguí caminando ahora con confianza de que más adelante  habría más gente bailando, y no me defraudé: allá, una cuadra después, las luces de un barcito iluminaban a otro grupo. Ya más cerca me desconcerté: ¿sería un ensayo para alguna presentación? Estos sí que parecían ensayar, parecía que estaban aprendiendo una coreografía. Todos bailaban sueltos,  orientados hacia la calle,  y dibujaban coreografías elaboradas. Yo me hubiera perdido, creo, no podría memorizar más de tres o cuatro movimientos. Pero ellos fluían de uno en otro, a izquierda, a derecha, pasos adelante, pasos atrás, arriba los brazos, ahora a un costado, después al otro,  con una música mezcla brasilera de cumbia y reggaetón que no dejaba de hablar y que no les daba un momento de respiro. Uh. Sudaba yo de verlos a ellos.

Para entonces ya era de noche, y era noche de luna llena. Esperé que apareciera detrás de la arboleda de la Reserva. Mientras, me incliné sobre el agua silenciosa de la Laguna de los Coipos, con sus juncales, sus camalotes y sus aves dormidas, y descubrí innumerables bichitos de luz. ¡Qué bonitos! Hacía mucho que no los veía. Prendían y apagaban la noche que se deslizaba sobre la Laguna. Y un poco después la luna llena, redonda y roja de sangre lunar, se levantó sobre  la Costanera.




sábado

La persecución

Los fugados, tres peligrosos delincuentes,  habían saltado de pueblo en pueblo y se habían perdido por caminos rurales después de cruzar los suburbios de las ciudades.  Una multitud los perseguía: ministros de seguridad, fiscales, gobernadores, jefes policiales,  masas de uniformados, espías, grupos de élite y canes, lanzados a olerlos, cercarlos y detenerlos, sin olvidar a los periodistas. Se sabía que pasaban de una a otra provincia por la agitación que se producía en las rutas y en los pueblos adonde esa multitud se trasladaba, y rodeaba galpones y casas abandonadas  entre malezales para encontrar en ellas un par de frazadas, unas botellas de gaseosas vacías, unos restos de comida.
¿Y los prófugos? A veces, en alguna madrugada insomne, tres hombres en una camioneta siempre cambiante se tiroteaban con el personal de un patrullero siempre sorprendido. Una vez sucedió que los fugados le robaron una camioneta a la misma Gendarmería y continuaron fugándose.
O por lo menos eso contó la prensa, que le habían robado a la mismísima  Gendarmería. Los prófugos habían estado muchos días en tapa de los diarios y como primera noticia de la televisión, hasta que alguna información más urgente los desplazaba. De abrir los noticieros de la tevé fueron pasando a la última noticia antes de las deportivas,  y en los diarios, de la tapa a algún recuadrito en página par, de la 20 para atrás, hasta que dejaron de mencionarlos y los programas de debates abandonaron el tema. ¿Y los prófugos? Parece que la policía seguía persiguiéndolos, allá, entre maizales y pastizales, entre los cuales siempre encontraban algún bidón vacío, una camioneta abandonada, restos diversos. Pero de ellos, nada.  Algún ministro  había asegurado,  muchos días atrás,  que estaban cercados,  y otros declaraban que estaban ya con muy escasos recursos, esperando, tal vez, que se les apagaran del todo los celulares, se les terminara la nafta y se quedaran sin un centavo para comprar un sándwich en la ruta, para, ¡por fin!, poder apresarlos, si es que los encontraban.
¿Y los prófugos? Siguieron fugándose campo adentro, perseguidos por la dedicada multitud de perros, policías, prefectos, grupos de élite, espías y gendarmes, la cual sufría  el riesgo cierto de perder más camionetas. Siguieron fugándose por los campos y los pueblos, y a despecho de que iban perdiendo lugar en los medios lo ganaron en los cuentos de papás y mamás, que empezaron a contarle a sus chicos, antes de dormir: “Había una vez unos presos que se escaparon de la cárcel…”



miércoles

Milagro en el balcón

Voy  por la esquina de Córdoba y Azcuénaga,  esta  tarde, cuando escucho cantar. Escucho cantar ópera. ¿Es lírica lo que se oye,  entre el ruido de los colectivos y de las motos? Cuando me aseguro que sí supongo que será  un aria para una promoción, una grabación que suena en un altoparlante,  y miro buscándolo,  pero lo que veo es a varias personas paradas en la esquina dejando pasar el cambio de semáforos y mirando para arriba, al edificio de enfrente. Sigo la dirección y entonces lo descubro:  el que canta es un muchacho en  un balcón del cuarto piso del edificio.  Canta ópera,  vestido con vaqueros y el torso descubierto en la tarde de verano, las dos manos aferradas al balcón para sostener la fuerza de su expresión.   Canta  hacia la calle, y su potente voz  de tenor cruza la avenida por sobre el tránsito y por sobre nuestra maravillada suspensión. Así nos tiene, suspendidos de su voz,  hasta que se detiene y entonces le dedicamos espontáneamente un aplauso y unos bravos que lo hacen sonreír divertido  e inclinarse saludándonos. Luego, sin más, entra a su habitación y dejamos de verlo. 

Nos dispersamos de la esquina deslumbrados y llevándonos el milagro del balcón en el bolsillo. 

domingo

Dónde encontrar Un día en las vidas de Jorge-Matías


Dejo aquí el aviso de puntos de venta de la novela, en librerías de Buenos Aires: en Palermo, Eterna CadenciaAlamut Libros DosLibrería Norte y en la librería Borges 1975, en esa misma dirección. 
Si van por Av. Corrientes: Librería Hernández, en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) y en Clásica y Moderna (Callao 892). Y por Congreso, en la librería de Madres de Plaza de Mayo, Hipólito Yrigoyen 1584. También en el Centro Cultural y político Desde el pie, México y Urquiza. Se sumarán más librerías en breve. Buena suerte en el viaje con Jorge-Matías!

sábado

Jorge-Matías en la Feria del libro de Sierra de la Ventana



La novela Un día en las vidas de Jorge-Matías en el puesto de la editorial La mariposa y la iguana, en la Feria del libro de Sierra de la Ventana, del 6 al 8 de noviembre. Lindo!

La Feria, en Facebook

miércoles

Comentario de Un día en las vidas de Jorge-Matías en radio


Debora Mundani recomienda Un día en las vidas de Jorge-Matías en su columna literaria  del programa Con el pié izquierdo,  Radio Sur FM 88.3





http://www.radiosur.org.ar/index.php?id=5719










Presentación de Un día en las vidas de Jorge-Matías

Las editoras abren la presentación
Raúl Garavaglia
 En el bar Comunidad del Cisne, en San Telmo, la editorial  La mariposa y la iguana presentó el jueves 15 de octubre mi novela Un día en las vidas de Jorge-Matías.
Abrieron la presentación las editoras Dafne Pidemunt y Leticia Hernando,
Luego, hablaron el autor y director teatral Raúl Garavaglia y la escritora y docente Debora Mundani.
Debi Mundani
Algunas cosas para contar de la historia de esta novela
Jorge Chmaruk






Jorge Chmaruk, locutor e integrante de la FM Radio Sur, lee fragmentos en la piel de Jorge-Matías







                                                    Firmando dedicatorias con felicidad

martes

Recordatorio de la presentación de la novela

En la espera expectante de que suceda,
recuerdo las coordenadas: 

será el jueves 15, a las 19,30 hs., en el bar Comunidad del Cisne,  Bolívar y Humberto I - San Telmo. 

La presentarán: 

Debora Mundani -  escritora y docente universitaria

Raúl Garavaglia - autor y director teatral - director del Korinthio Teatro


Queridos invitados: los espero con alegre expectativa! 




La editorial que publica Un día en las vidas de Jorge-Matías

 La editorial que publica Un día en las vidas de Jorge-Matías  es La mariposa y la iguana, una joven editorial que ha sabido construirse un lugar en sus cinco años de vida.

Las editoras Leticia Hernando y  Dafne Pidemunt, también poetas, han desarrollado un catálogo en diferentes líneas: poesía, narrativa, ensayo, especialmente  sobre temas de género y diversidad, y lo acrecientan año a año.   Y como editoras se hacen presentes en ferias de la ciudad de Buenos Aires y numerosas ferias del interior del país.

Se puede conocer su Catálogo y las librerías donde distribuye en su blog:  http://edicioneslamariposaylaiguana.blogspot.com.ar/

Electro de Buenos Aires, según Jorge-Matías


Electrocardiograma (al borde del infarto) que Jorge-Matías, 

el de la novela, fue registrándole a Buenos Aires mientras 

andaba de acá para allá en su agitado día.

(según el cardiólogo Rep)

sábado

Aparición de mi novela Un día en las vidas de Jorge-Matías

¡Acá está! Concreta, de papel y de un peso que se siente entre las manos, con todas las palabras, silencios, sentidos y expectativas. en sus 174 páginas. Esperó a salir a la luz desde 2009, cuando fue finalista en el concurso de novela de Clarín de ese año. 
Habrá madurado en este tiempo para llegar ahora a contar con su voz lo que tiene para contar acerca del día que Jorge-Matías pasa en la verdadera protagonista,  una Buenos Aires un poco atroz, un poco cómica, bajo un calor agobiante, colapsada de tránsito y de situaciones diversas, entre murgas y marchas, conociendo gente que a veces parece salida de sagas y a veces  de juegos electrónicos, todo visto con los ojos de alguien que reconoce la herencia de sus padres, la de la generación de los 70,  y que no renuncia a sus búsquedas, mientras juega su día pasando pantalla tras pantalla, incansablemente. 

La edición es de La mariposa y la iguana Ediciones.

La presentación será el 15 de octubre, a las 19,30 hs.,  en el bar Comunidad del Cisne, Bolívar esq. Humberto I - San Telmo




Temporada de zorzales


Esta madrugada me despertaron los zorzales. Son los que le ponen el audio a la primavera que se despierta entre los edificios en  que vivo, porque aunque sean edificios la primavera también les llega. Y los zorzales, como siempre, se encargan de traerla.



La muerte en calzoncillos

En su novela Mañana en la batalla piensa en mí,  Javier Marías habla de la muerte que con gracia ridícula puede sobrevenirnos, y de la oportunidad para reírnos de la muerte si la que despierta risa le sucedió a alguien desconocido, lejano o enemigo. Por el contrario de la muerte digna, conciente, que podríamos esperar;  o no conciente pero trágica, dramática, o de un calmado apagarse y dejar de funcionar, nos puede llegar a cualquiera una muerte en calzoncillos. La novela trae recuerdos de infancia de chistes contados en velorios, de comentarios cuando los chicos no estaban presentes, y de lo ridícula que puede ser la muerte cuando le asociamos una majestad eterna.  
Así enumera Marías unas pocas posibilidades cotidianas y masculinas:
“Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo…A los vivos y al que se muere —si tiene tiempo de darse cuenta—les avergüenza a menudo la forma de la muerte posible y sus apariencias, también la causa. Una indigestión de marisco, un cigarrillo encendido al entrar en el sueño que prende las sábanas, o peor aún, la lana de una manta; un resbalón en la ducha —la nuca— y el pestillo echado del cuarto de baño…Morir en calcetines, o en la peluquería con un gran babero, en un prostíbulo o en el dentista; o comiendo pescado y atravesado por una espina; morir a medio afeitar con una mejilla llena de espuma y la barba ya desigual hasta el fin de los tiempos si nadie repara en ello y por piedad estética termina el trabajo, por no mencionar los momentos más innobles de la existencia, los más recónditos, de los que nunca se habla fuera de la adolescencia…Las carcajadas vienen  porque se habla de un enemigo por fin extinto, alguien que nos hizo afrenta o que habita en el pasado desde hace mucho, un emperador romano, un tatarabuelo, o bien alguien poderoso en cuya muerte grotesca se ve sólo la justicia aún vital, aún humana, que en el fondo desearíamos para todo el mundo, incluidos nosotros”.

Sin ser emperadores romanos ni todavía tatarabuelo de nadie, quién no sabe de alguna ridícula muerte graciosa de la que se haya reído...




viernes

VERDADES DE LOS CUENTOS

Obligada por el cuento, Caperucita Roja debe vestirse con su llamativa capa cuando sabe perfectamente que en el bosque hay que usar verdes y marrones. Tal vez así no sería tan visible. Suspira. 
El Lobo está harto de hacer de lobo feroz. Esperándola en un recodo para hacer que la sorprende la ve desde lejos, como siempre, y bosteza. 

jueves

Próxima presentación de mi novela Un día en las vidas de Jorge-Matías


Amigos, no puedo dejar de compartir mi alegría y 
expectativa para anunciar que en octubre saldrá 
editada mi novela "Un día en las vidas de Jorge-
Matías", por Lamariposaylaiguana Editorial

La novela trata de la jornada que el protagonista, Jorge-Matías, transcurre en esta Buenos Aires colapsada, frenética, sucia, y de sus herencias y recuerdos tanto como de la búsqueda que trata de hacer yendo de acá para allá en un día agobiante de calor, mientras intercambia con toda clase de gente, más o menos chiflada, y toda clase de situaciones, cómicas, agresivas o conmovedoras.

Acá estoy, en la foto, trabajando con las pruebas de galera. La presentación será en octubre, 
¡Están todos invitados!

domingo

Bibliotecología viviente: bibliotecas de los pueblos originarios

Bibliotecología viviente: bibliotecas de los pueblos originarios de Argentina, que recopilan historias orales, tradiciones, cultura, simbología, reivindicaciones, y más.

En el blog QUÉ SABE QUIÉN se presenta EL OREJIVERDE. Vale la pena saber el porqué de este extraño nombre  y conocer otras bibliotecas y emprendimientos alrededor de las luchas y visiones de los pueblos originarios.

QUE SABE QUIEN: El Orejiverde: Comparto con ustedes una excelente novedad, punta de lanza de un proyecto que en lo sucesivo pretende ofrecer la más completa informaci...

jueves

La SAI publica un Cuento de bibliotecarios

En su último nro, del mes de  julio, el  Boletín de SAI Sociedad Argentina de Información, publica mi cuento Oscuro objeto del deseo, uno de los Cuentos de bibliotecarios. 

¡Muchas gracias, SAI!


Oscuro objeto del deseo

                                                         un cuento de bibliotecarios
Por Isabel Garin

Tomado de su blog:
Sembrando el viento.
Isabel Garin es bibliotecaria en el Hospital de Clínicas General San Martín de Buenos Aires.

domingo

Por algunos caminos de ciertas vidas

Viajo distraída en el colectivo, perdiéndome en el transcurrir de la ciudad por la ventanilla, cuando algo me hace volver: un muchacho, que aparenta unos 25 años mal llevados, está distribuyendo a cada  pasajero  una de esas notas  que les evita hablar cuando reparten estampitas a cambio de una moneda.  Pero esta nota me llama la atención porque es grande, una hoja entera de cuaderno o de bloc, rayada, y la espero con curiosidad. Cuando recibo mi copia y la leo mi curiosidad no se ve decepcionada: está pidiendo una moneda a cambio de mostrar su sueño. A modo de título lleva el verso que dice “Los caminos de la vida no son los que yo esperaba” acompañado del dibujito de unas notas musicales, y luego dos ojos muy abiertos encabezan junto al Sr. y Sra. Se presentan después como dos hermanos de la calle, Nahuel y Jesús, que no tienen familia. Dicen que quieren que su palabra valga y hacer entender su experiencia, y narran sus hambres, sus fríos y los desprecios que sufren por ser de la calle. Cuentan que muchas veces piden comida en los negocios y luego ven que la tiran a la basura.  Pero a cambio de la ayuda solicitada por escrito que aparece al final, algo para sobrevivir, dicen también “somos soñadores igual que ustedes, y estos dibujos son nuestro sueño”: un sol gigante mira hacia abajo, a la ciudad, con una gran sonrisa con dientes, más arriba, en el cielo, pasan unas nubes; el Obelisco está rodeado de globos que vuelan hacia ese cielo, y también vuelan una gran mariposa, una bandada de pajaritos, un avión y un barrilete. Bajo el sol aparece también una casa, custodiada por dos álamos.
La letra y los dibujos parecen  ser de un niño, pero la redacción no es infantil. Me vuelvo a mirar al muchacho, que ha seguido entregando copias hacia el fondo del colectivo.  Viste ropas muy gastadas pero limpias y prolijas, y tiene una expresión reconcentrada. Le voy a pedir que a cambio de la ayuda que voy a darle me deje la copia cuando vemos que el chofer se ha levantado de su asiento, camina hasta la mitad del coche y con los brazos en jarra le grita:
– ¡Juntá tus papelitos y bajate ya!
El tipo es bastante parecido a una mole, muy alto y gordo, y con una pelada perfecta y completa que lo asemeja a algún luchador de ring o a un gladiador con sobrepeso. Algunos cruzamos una mirada de desconcierto, yo miro al muchacho que tomado de sorpresa se ha quedado paralizado pero el chofer no le deja lugar a réplica. El muchacho empieza a recoger las fotocopias de su sueño, y el chofer, que ha vuelto a su asiento, lo vigila por el espejo con mala cara  mientras tiene parado el colectivo. Pregunto en voz alta porqué tiene que bajar así, pero nadie contesta; solo el muchacho me dice bajito, al pasar hacia la puerta, que él tampoco sabe porqué.

Baja,  y la puerta se cierra con violencia. El colectivo arranca. Que lo echen así no será inesperado en los caminos de su vida.

lunes

Utopías, según Eduardo Galeano

Hoy, en el día de su fallecimiento, una poética definición de la utopía (creo que la que más me gusta), que como tantas otras definiciones él menciona tomada de otro, y a modo de homenaje.





Adiós y gracias.

domingo

Cochecito de bebé

 En el barrio del Once, en Buenos Aires, circulan multitudes comprantes y chocantes, que alzan, arrastran o cargan toda clase de bolsas, bolsos, paquetes y bultos de lo que hayan comprado o vendido,  los percheros cruzan las calles con sus  vestidos o camisas colgantes, los carros cargados de rollos de telas achican las veredas y las carretillas,  con sus bultos encimados, obligan a que se les abra paso. Las carretillas son empujadas sin ninguna consideración hacia las multitudes porque si tuvieran alguna no llegarían nunca a ningún lugar ni terminarían ningún traslado. Cuando vuelven vacías de donde sea que hayan descargado, van raudas, se deslizan veloces, violentas por entre la gente, que ahora sin rollos de telas o sin paquetones que quiten espacio igualmente deben abrirlo a riesgo de que les sieguen los tobillos.

Igual circulan muchos cochecitos de bebés por las veredas atestadas de gente. ¿Me parece a mí o también los usan, como a las carretillas del Once, para abrirse paso y andar más rápido que los que no llevan bebés?  Van las mamás con la vista al frente, sin mirar a izquierda ni derecha, veloces, las manos firmes sobre el manubrio, sin consideración con los que pasan a su lado, obligándolos imperativas a cederles el paso, traqueteando el móvil sobre lo desaparejo, saltando zanjas abiertas, sorteando obras, bajando de los cordones,  sin  una vacilación en las esquinas.
Así veo a un cochecito de bebé esperando cruzar la avenida. El tránsito está atascado más que de costumbre, frenado, trabado, algo pasará cuadras arriba que a esta altura no conocemos. Cambia la luz en Pueyrredón pero los autos,  imposibilitados de avanzar, quedan pegados paragolpe contra paragolpe.  Impaciencia entre los esperantes de la esquina, bocinazos, algún insulto de ventanilla a ventanilla.  Cambia la luz de nuevo y de nuevo no va a ser posible cruzar.  El cochecito a mi lado se decide: la mamá lo baja a la calle, esquiva una moto que lo ve pasar sobresaltada,  y vista al frente embiste hacia el espacio mínimo entre dos paragolpes. Mete el cochecito por ahí y acelera: un auto retrocede unos centímetros para darle paso, y luego otro frena y el siguiente trata de retroceder y otro más de no pegarse al auto de adelante, y hasta un colectivo, mastodonte a su lado, le cede el paso. Así, parando autos, deslizándose entre paragolpes y caños de escapes, llega a la otra vereda y la mamá,  sin volverse a mirar atrás,  enfila firme y se pierde entre la gente.

Los que la seguimos con la vista nos miramos asombrados. A mí me asalta una duda: el que iba en el cochecito era un bebé de verdad, ¿no? ¿o sería un muñeco?

viernes

Esperando a los bárbaros - Constantino Cavafis

Esperando a los bárbaros
[Poema: Texto completo.]
Constantino Cavafis
-¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.

-¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.

-¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto
y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad,
está sentado, solemne y ciñendo su corona?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
Y el emperador espera para dar
a su jefe la acogida. Incluso preparó,
para entregárselo, un pergamino. En él
muchos títulos y dignidades hay escritos.

-¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron
hoy con rojas togas bordadas;
por qué llevan brazaletes con tantas amatistas
y anillos engastados y esmeraldas rutilantes;
por qué empuñan hoy preciosos báculos
en plata y oro magníficamente cincelados?
Porque hoy llegarán los bárbaros;
y espectáculos así deslumbran a los bárbaros.

-¿Por qué no acuden, como siempre, los ilustres oradores
a echar sus discursos y decir sus cosas?
Porque hoy llegarán los bárbaros y
les fastidian la elocuencia y los discursos.

-¿Por qué empieza de pronto este desconcierto
y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.

¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.

sábado

Vida astral en el taxi

Vuelvo a casa en una tarde calurosa, agobiante, y cargada con dos bolsos, uno muy pesado. En Retiro busco un taxi y subo al que está en la cola. Me siento y enseguida, por el saludo enfático del tachero, advierto el ambiente que habrá en el coche: entusiasta, enérgico, de conversación. Lo observo: es un hombre de más de sesenta años, peladísimo, con un cuello de toro y una cabeza muy grande, que viste una remera de Ramones.  Tal cual se percibía empieza a charlar, primero con una clase práctica de cómo manejar en Buenos Aires llegando primero a destino, pero sin perder la calma y sin matar a nadie. Me muestra cómo salir de Retiro sin enredarse en la maraña de colectivos, y  cómo seguir por las avenidas colgado detrás de un colectivo y adelantándose cuando este se acerca a  las veredas, en las paradas. Estamos en estas disquisiciones, que yo atiendo con una curiosa cortesía, cuando me pregunta, observándome por el espejo:
-¿Usted es creyente?
Sorprendida por  el brusco viraje de la conversación le contesto que no, y en el acto me lanza:
- Lo lamento por usted.
Y a continuación declara que si me molesta no me cuenta nada pero que si no tengo problema quisiera contarme acerca de las visiones de Jesús que tuvo alguien conocido de él, todo de un tirón y sin dejarme decir ni pío.  El visionario, cuyo nombre no sabe  porque en realidad el que lo sabe es un amigo, quien a su vez es allegado del hijo del protagonista, había sufrido un infarto. Internado de emergencia se lo dio por muerto al mismo tiempo que él salía de su cuerpo y veía la escena urgente de resucitación que se le practicaba,  mientras en espíritu se acercaba a una potente luz clara que emanaba una figura a la que reconoció como Jesús.  Esta fue quien le dijo que regresara, que no era todavía su hora.
- ¿Le gustó? Le cuento otra – me  ofrece antes de que yo pueda expresar ni un comentario.
Tiene también unos amigos que tienen, a su vez,  conocidos en Córdoba,  que fueron  quienes les contaron de una chica muy joven que se enfermó de cáncer con mal pronóstico, pero la chica era devota de Ceferino Namuncurá, al que pidió por su salud: en 48 horas el cáncer había remitido hasta el punto de desaparecer,  con gran desconcierto de los médicos.
-¿La convencí? – me interroga ahora.
Y sin esperar contestación jura que conoce muchos casos de milagros y  regresos de la muerte y promete que me los va a contar, y ahí nomás empieza con el resto. Yo calculo cuánto falta para llegar a casa.  Tiene una amiga enfermera que le relató el caso de un chico de unos seis o siete años internado por un accidente grave que al salir de la terapia intensiva contó a sus padres que había estado en un túnel muy largo, en donde había visto a una señora luminosa, “con gorrito”,  que lo acunó en sus brazos y lo cuidó hasta que se repuso, y un nene no podría mentir, ¿no? Sabe también, por amigos de un cuñado,  de un ahogado en la costa de Mar del Plata y de lo que vio con los ojos abiertos en el fondo del mar hasta que unas manos etéreas, una fuerza, lo hicieron subir a superficie y le salvaron la vida. Ahora el hombre se deja llevar por su propio entusiasmo, sin contemplar el mío, y enlentece la marcha para tener más tiempo de repasar su archivo. Conoce igualmente, me asegura,  a los allegados de una señora que sufrió una enfermedad terminal pero se repuso por completo después de experimentar otro desprendimiento astral y la propuesta de vivir más tiempo,  y también,  por el relato de un vecino acerca de  un familiar ya fallecido,  sabe de la experiencia de un descreído que al volver del túnel aquél se curó y cambió su vida.
- ¿Y? ¿Qué me dice? – me pregunta retóricamente,  porque no espera respuesta, y la emprende con la siguiente anécdota.
Yo le diría, si me dejara hablar, que según lo que cuenta todos vivimos con nuestros groseros y pesados cuerpos en un mundo de milagros y vidas paralelas que no vemos, pero también que no conviene que  las curas milagrosas y los paseos astrales sean tan numerosos porque entonces se abaratan, si son tan frecuentes no resultan milagrosos, parecen de góndola de supermercado. Me pregunto cómo será para Norberto, según leo su nombre en la ficha de taxista,  manejar horas en la ciudad caliente, de asfalto reblandecido, bocinazos, sirenas de ambulancias, tránsito atascado, repuestos que se rompen y  cuentas que pagar,  sabiendo que tan al alcance de la vida está llegar a las puertas de la muerte y regresar sin traspasarlas, ver cómo lo resucitan a uno mismo,  curarse de enfermedades graves en 48 horas, ahogarse y revivir. Quisiera preguntárselo pero no me da tiempo: llegamos a destino, y mientras busca cómo estacionar no se toma un respiro y me pide que me demore un momento más para terminar la anécdota de cierto amigo de la infancia al que reencontró hace poco, y de quien escuchó la historia de un tío que se perdió en medio de una tormenta de nieve, allá en Mendoza, y casi muere congelado hasta que recibió un calor inexplicable que  no  había en el entorno, y que lo ayudó a ponerse en pie, andar y sobrevivir.
El sol pega de mi  lado, sin contemplación, y yo también tengo calor.  Norberto suda, la cabeza de toro perlada de gotas, pero más por la energía puesta en su narrativa que por el solazo.  No sé porqué me lo imagino anhelante pero asustado por su propia muerte,  y esperanzado en que al llegar a sus puertas una figura celestial le diga “volvé, todavía no es tu hora”. Mientras bajo el bolso pesado le comento, aliviada porque ya lo dejo, que tiene montones de anécdotas.
- ¡Uhhh! – exclama, con gesto de “son tantas que podría estar horas contándolas”.
Le creo, y cierro la puerta con un saludo antes de que  me proponga seguir oyéndoselas.