sábado

Vida astral en el taxi

Vuelvo a casa en una tarde calurosa, agobiante, y cargada con dos bolsos, uno muy pesado. En Retiro busco un taxi y subo al que está en la cola. Me siento y enseguida, por el saludo enfático del tachero, advierto el ambiente que habrá en el coche: entusiasta, enérgico, de conversación. Lo observo: es un hombre de más de sesenta años, peladísimo, con un cuello de toro y una cabeza muy grande, que viste una remera de Ramones.  Tal cual se percibía empieza a charlar, primero con una clase práctica de cómo manejar en Buenos Aires llegando primero a destino, pero sin perder la calma y sin matar a nadie. Me muestra cómo salir de Retiro sin enredarse en la maraña de colectivos, y  cómo seguir por las avenidas colgado detrás de un colectivo y adelantándose cuando este se acerca a  las veredas, en las paradas. Estamos en estas disquisiciones, que yo atiendo con una curiosa cortesía, cuando me pregunta, observándome por el espejo:
-¿Usted es creyente?
Sorprendida por  el brusco viraje de la conversación le contesto que no, y en el acto me lanza:
- Lo lamento por usted.
Y a continuación declara que si me molesta no me cuenta nada pero que si no tengo problema quisiera contarme acerca de las visiones de Jesús que tuvo alguien conocido de él, todo de un tirón y sin dejarme decir ni pío.  El visionario, cuyo nombre no sabe  porque en realidad el que lo sabe es un amigo, quien a su vez es allegado del hijo del protagonista, había sufrido un infarto. Internado de emergencia se lo dio por muerto al mismo tiempo que él salía de su cuerpo y veía la escena urgente de resucitación que se le practicaba,  mientras en espíritu se acercaba a una potente luz clara que emanaba una figura a la que reconoció como Jesús.  Esta fue quien le dijo que regresara, que no era todavía su hora.
- ¿Le gustó? Le cuento otra – me  ofrece antes de que yo pueda expresar ni un comentario.
Tiene también unos amigos que tienen, a su vez,  conocidos en Córdoba,  que fueron  quienes les contaron de una chica muy joven que se enfermó de cáncer con mal pronóstico, pero la chica era devota de Ceferino Namuncurá, al que pidió por su salud: en 48 horas el cáncer había remitido hasta el punto de desaparecer,  con gran desconcierto de los médicos.
-¿La convencí? – me interroga ahora.
Y sin esperar contestación jura que conoce muchos casos de milagros y  regresos de la muerte y promete que me los va a contar, y ahí nomás empieza con el resto. Yo calculo cuánto falta para llegar a casa.  Tiene una amiga enfermera que le relató el caso de un chico de unos seis o siete años internado por un accidente grave que al salir de la terapia intensiva contó a sus padres que había estado en un túnel muy largo, en donde había visto a una señora luminosa, “con gorrito”,  que lo acunó en sus brazos y lo cuidó hasta que se repuso, y un nene no podría mentir, ¿no? Sabe también, por amigos de un cuñado,  de un ahogado en la costa de Mar del Plata y de lo que vio con los ojos abiertos en el fondo del mar hasta que unas manos etéreas, una fuerza, lo hicieron subir a superficie y le salvaron la vida. Ahora el hombre se deja llevar por su propio entusiasmo, sin contemplar el mío, y enlentece la marcha para tener más tiempo de repasar su archivo. Conoce igualmente, me asegura,  a los allegados de una señora que sufrió una enfermedad terminal pero se repuso por completo después de experimentar otro desprendimiento astral y la propuesta de vivir más tiempo,  y también,  por el relato de un vecino acerca de  un familiar ya fallecido,  sabe de la experiencia de un descreído que al volver del túnel aquél se curó y cambió su vida.
- ¿Y? ¿Qué me dice? – me pregunta retóricamente,  porque no espera respuesta, y la emprende con la siguiente anécdota.
Yo le diría, si me dejara hablar, que según lo que cuenta todos vivimos con nuestros groseros y pesados cuerpos en un mundo de milagros y vidas paralelas que no vemos, pero también que no conviene que  las curas milagrosas y los paseos astrales sean tan numerosos porque entonces se abaratan, si son tan frecuentes no resultan milagrosos, parecen de góndola de supermercado. Me pregunto cómo será para Norberto, según leo su nombre en la ficha de taxista,  manejar horas en la ciudad caliente, de asfalto reblandecido, bocinazos, sirenas de ambulancias, tránsito atascado, repuestos que se rompen y  cuentas que pagar,  sabiendo que tan al alcance de la vida está llegar a las puertas de la muerte y regresar sin traspasarlas, ver cómo lo resucitan a uno mismo,  curarse de enfermedades graves en 48 horas, ahogarse y revivir. Quisiera preguntárselo pero no me da tiempo: llegamos a destino, y mientras busca cómo estacionar no se toma un respiro y me pide que me demore un momento más para terminar la anécdota de cierto amigo de la infancia al que reencontró hace poco, y de quien escuchó la historia de un tío que se perdió en medio de una tormenta de nieve, allá en Mendoza, y casi muere congelado hasta que recibió un calor inexplicable que  no  había en el entorno, y que lo ayudó a ponerse en pie, andar y sobrevivir.
El sol pega de mi  lado, sin contemplación, y yo también tengo calor.  Norberto suda, la cabeza de toro perlada de gotas, pero más por la energía puesta en su narrativa que por el solazo.  No sé porqué me lo imagino anhelante pero asustado por su propia muerte,  y esperanzado en que al llegar a sus puertas una figura celestial le diga “volvé, todavía no es tu hora”. Mientras bajo el bolso pesado le comento, aliviada porque ya lo dejo, que tiene montones de anécdotas.
- ¡Uhhh! – exclama, con gesto de “son tantas que podría estar horas contándolas”.
Le creo, y cierro la puerta con un saludo antes de que  me proponga seguir oyéndoselas.



jueves

Detención de un mantero negro

Voy caminando por Av. Santa Fe, ayer a la tarde, cuando veo patrulleros y ambulancias y un tumulto de gente frente al shopping Alto Palermo. Pienso en un accidente pero algo no coincide: el nudo  de gente no está quieto y callado, se mueve, se agita, lanza voces.  Me acerco y me entero: la policía ha detenido a un mantero,  un muchacho nigeriano que en esa vereda vende carteras y billeteras, y  para que no se lo lleven la gente ha rodeado el patrullero haciéndole un cerco que ha detenido a la policía. ¿Y las dos ambulancias?, pregunto. Me dan diversas versiones: el muchacho negro se descompuso con convulsiones, la policía le pegó, le pusieron algo en una inyección, y tuvieron que atenderlo. Trataron de llevárselo en la ambulancia, o la gente pensó que podrían hacerlo, y entonces le pincharon una rueda. La ambulancia tendrá que esperar el auxilio con el detenido adentro, y en la situación se acerca una tercera, lo que despierta ironías y bronca entre los presentes: tres ambulancias aquí en vez de estar atendiendo las emergencias.
El cerco a la policía no cede, al contrario, se agranda sumando más y más personas que se indignan al enterarse del motivo de la agitación. La gente ya es mucha, se ha derramado sobre la avenida, y la policía corta el tránsito desviándolo por Coronel Díaz y por Bulnes.  Se oyen gritos: ¡porqué no detienen a los funcionarios corruptos! y ¡porqué no detienen a  los narcotraficantes!  Claro, conversamos entre nosotros, el nigeriano no pagaría coima, por eso lo detuvieron. ¡Qué vergüenza!, se oye, no dejan trabajar a un chico negro, inmigrante, que casi no habla el castellano, y que no hace mal a nadie, en vez de estar persiguiendo a los chorros en serio. El intercambio fervoroso entre  desconocidos recuerda a las coincidencias  apasionadas  en la calle durante  los días del 19 y 20.
Un poco después la puerta de la ambulancia se abre y se ve al muchacho, lo van a sacar. La policía se cierra brazo con brazo, y el cerco sobre la policía se exaspera. Hay gritos, remolinos, se trata de impedir que lo suban al patrullero, que está a unos metros,  y los cuerpos  empujan para que la policía no llegue al coche.  Pero lo logra.  Suben al mantero, cierran las puertas, y entre patadas de furia el patrullero arranca y se va.  La acción genera un coro de insultos: ¡coimeros!, ¡cobardes!, ¡hijos de puta!  
La policía se ha llevado al protegido  pero el tumulto no cesa y ahora se estrecha sobre los agentes que quedaron custodiando la ambulancia que cambia la rueda. Hay que verles la cara de miedo. Los indignados insultos se repiten largo rato.  Se ve el corte de la avenida  como un triunfo y la acción como justa, aunque se haya perdido. Se forman corrillos que comentan e intercambian fotos y videos. Varios vecinos del Alto Palermo se asombran: ¿de verdad esto ha pasado aquí, en este lugar indiferente, inhumano?, dicen,  uno aquí y otro allá, y se reconocen gratamente sorprendidos. Los que no somos vecinos también nos sorprendemos. Una chica que trabaja en Migraciones ha obtenido el nombre del detenido, así que verá qué puede hacer, por empezar avisar a la embajada. Otra cuenta que  en la seccional le informaron el procedimiento: pedirán antecedentes al país de origen del muchacho. Nueva indignación: ¡pedir antecedentes por alguien que vendía carteras en la calle!

La gente ha comenzado a menguar, y ahora llovizna. Los últimos veinte o treinta siguen en medio de la Santa Fe cortada, todavía disfrutando de haberse convertido en dueños de la calle. Yo me he encontrado entre  los gritos y los empujones con una vieja conocida, de tiempos de estudiantes. Qué linda manera de reencontrarnos, pienso.

Intercambiamos los datos de contacto, y le digo que contaré esto. Acá cumplo.

sábado

El valor de cada día

Mónica Barroso, bibliotecaria en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Argentina, fue diagnosticada con ELA, esclerosis lateral amiotrófica. Lejos de apartarse o decaerse, le da batalla cada día a su enfermedad y sigue estudiando y trabajando, bibliotecaria siempre. 





martes

3/11/2014


Una biblioteca centenaria espera en cajas en un galpón

Por: Santiago Baraldi
Es la Eudoro Díaz, fundada en 1891 y destinada a docentes. Hasta hace casi dos años estaba en el edificio restituido a la Vigil.

La imagen 40 mil volúmenes, muchos de ellos centenarios, en un galpón donde se junta agua en cada lluvia, es la postal que retrata la importancia que desde la burocracia del Ministerio de Educación se le da al destino a la mítica “Biblioteca Pedagógica Eudoro Díaz”. Los 26 empleados fueron reubicados hasta que las obras en el edificio donde funciona la Regional VI del Ministerio de Educación de Santa Fe, en Echeverría 150 bis, algún día se terminen.
“Para los empleados de las Biblioteca Pedagógica es una desesperación, porque los libros están tirados en un galpón”, describe indignada Marta Müller, una de las bibliotecarias, hoy hacinada en un cuartito de la planta alta, en Laprida 1049, sede de “Zona de Aprendizajes”, a la espera de una respuesta del Ministerio. La directora de la biblioteca, María Cristina Pasinato, realizó objeciones a los planos originales que había presentado para reformar y adoptar los otrora galpones del ferrocarril, hoy sede de la Zona VI de Educación.
Fundada en 1891
“A punto de cumplirse un año del cierre por traslado de la Biblioteca Pedagógica, seguimos esperando el acondicionamiento del futuro edificio prometido por parte de las autoridades provinciales, aún sin novedades”, insiste Müller. La Biblioteca Pedagógica es una institución de 123 años, inaugurada el 11 de septiembre de 1891 por Eudoro Díaz –docente, periodista, director del Colegio Nacional, tucumano por nacimiento y rosarino por adopción– para contribuir a la formación de los docentes de la ciudad y su zona de influencia.
Funcionó en distintos locales del Ministerio de Educación hasta que en 1942 se concretó el deseo del local propio en la calle 9 de julio 1247. En marzo de 1981, se trasladó por decreto a la calle Alem 3078, edificio de la intervenida Biblioteca “Constancio C. Vigil”. El 6 de diciembre de 2012 la promulgación de la ley provincial 13.306 dispuso la restitución de los bienes muebles e inmuebles a la biblioteca Vigil. La misma ley, comprometió al Estado provincial a trasladar a la Biblioteca Pedagógica “Eudoro Díaz” a una nueva ubicación estratégica, cercana a los institutos de formación docente, en un plazo no mayor a un año.
Sin embargo, el 6 de diciembre de 2013, venciendo el plazo de restitución del edificio, todo el acervo bibliográfico de la Biblioteca, los casi 40 mil volúmenes, como así también sus bienes, fueron embalados y trasladados a un depósito en el edificio donde funciona la Regional VI del Ministerio.
Un año sin respuestas
“La Biblioteca hoy se encuentra en una etapa de transición e incertidumbre, con el creciente deterioro de sus bienes y su colección. A pesar de esta situación, durante este año de trabajo, el personal de la Biblioteca elaboró proyectos y sumó ideas para la reapertura en su nuevo ámbito. Se establecieron contactos con bibliotecas escolares, con instituciones de la zona y se trabajó para el desarrollo de una colección acorde a las necesidades de información de docentes y estudiantes de nivel superior”, agregó la bibliotecaria quien rescató el apoyo de los Amigos de la Biblioteca, “una especie de cooperativa, que con esos subsidios nos permitió adquirir más de 800 libros y revistas, que inmediatamente se pusieron a disposición de docentes y nuevos socios que vienen a Zona de Aprendizajes”.
Müller señala que “cada tanto vamos hasta al galpón en busca de carpetas o libros puntuales y vemos el deterioro de los libros, que si bien muchos están embalados el lugar se llueve, se hace una laguna y hay que amontonarlos y ni hablar de las ratas.
Cuando nos desalojaron de la Vigil, nos engañaron diciendo que buscaban un lugar céntrico para la biblioteca, eso fue hace casi dos años; después nos citaron en noviembre del año pasado con los funcionarios de Santa Fe y nos dijeron que las cosas iban a aquedar en la sede de Educación, en la Región VI. En todo este tiempo no hubo ningún tipo de respuestas y allí hay material indispensable para el trabajo de los docentes”, concluyó la bibliotecaria.
Fuente bibliográfica
BARALDI, SANTIAGO [sin fecha]. Una biblioteca centenaria espera en cajas en un galpón | Diario El Ciudadano y la Gente. [en línea]. [Consulta: 3 noviembre 2014]. Disponible en: http://www.elciudadanoweb.com/una-biblioteca-centenaria-espera-en-cajas-en-un-galpon/. 

jueves

Publicación de un post en Infotecarios: bibliotecarios y literatura

El sitio web INFOTECARIOS acaba de publicar una nota mía sobre el bibliotecario y la literatura, en general y en particular la de mi producción. INFOTECARIOS es un espacio web colaborativo, centrado en el ámbito latinoamericano,  que difunde ideas y opiniones sobre temáticas relacionadas con la información y la documentación. Dejo aquí el enlace al post y la invitación a comentar lo que se les ocurra al respecto, todas las  opiniones y comentarios son bienvenidos.  
Y muchas gracias a Infotecarios por la invitación en su espacio!

El bibliotecario en la literatura y una literatura de bibliotecarios


Quisiera comentar aquí unas observaciones sobre la figura del bibliotecario en la literatura y, al mismo tiempo, presentar los cuentos de bibliotecarios, narraciones surgidas de mi trabajo como tal en la Universidad de Buenos Aires, con la intención de comparar figuras y contextos y de invitar a compartir una literatura en la que podamos vernos - Leer más



miércoles

ABGRA publica mi cuento Oscuro objeto del deseo




El último Boletín de ABGRA - Septiembre 2014 -  difunde mi cuento
OSCURO OBJETO DEL DESEO

El cuento trata de una batalla desigual pero decidida sobre el depósito de una biblioteca.

Muchas gracias, ABGRA!

sábado

Zonas neutras - Lugares de Patrick Modiano

Hay en París unas zonas neutras..."zonas intermedias, tierras de nadie en donde estaba uno en las lindes de todo, en tránsito, o incluso en suspenso. Podía disfrutarse allí de cierta inmunidad...La calle de Argentine, donde tenía alquilado un cuarto de hotel, era desde luego una zona neutra. ¿Quién habría podido venir a buscarme aquí? Las pocas personas con las que me cruzaba debían de estar muertas para el estado civil. Un día, hojeando un periódico,  fui a dar, en la sección "avisos de los juzgados", con un suelto que se titulaba "Declaración de ausencia".  Un tal Tarride llevaba treinta años sin volver a su casa...Estaba seguro que el individuo aquel vivía en esa calle, con decenas de personas a quienes también habían declarado "ausentes".

Unos sitios de paso, aptos para esconderse, para no ser vistos ni encontrados...Así identifica Patrick Modiano, el reciente Nobel de Literatura,  a algunos barrios o calles de París, en su melancólica novela En el café de la juventud perdida (la única que he leído de él). La novela rememora al café Condé donde unas almas desconcertadas, ateridas, que no pueden hallar sus caminos ni sus pasos, o que huyen de ellos, se reúnen cada día. 

Esas zonas para suspender la vida, para quedarse eternamente en tránsito, me resultan tentadoras, o atractivas. ¿En dónde estarían en Buenos Aires? ¿Habría aquí "zonas neutras"?

domingo

Porno pichicho


A dos cuadras de mi casa hay una veterinaria, negocio antiguo en el barrio. Acostumbrada a verlo, hace un tiempo me confundió: un día lo vi desde la vereda de enfrente y creí que habían cambiado de rubro por una casa de ropa infantil. Cuando me acerqué a corroborarlo descubrí que no era de ropa para humanos pequeños sino de variados vestiditos y polleritas para perras y de jeans y remeritas para perros. 


Ayer pasaba por ahí de nuevo y volví a sorprenderme. Salía del negocio una señora con su primorosa perra recién vestida. Ella, la perra, llevaba puesta una mínima pollerita tableada, en escocés rojo, y moño al tono en la cabeza. Como iba delante de mí yo veía bamboleando su culito rodeado del collar que le hacía la pollera mínima, y entonces me vino a la cabeza la imagen de la "colegiala hot" usada millones de veces en la imagenología erótica, o porno. No dejaba de ser un comparativo para matarse de risa y grotesco al mismo tiempo. 
Y no pude dejar de asombrarme por ese poder de asemejar a mujeres y perras (¿hot?). 


Librerías for ever

Las librerías resisten cambios de hábitos y suman locales

Patrimonio de la CiudadEn tres años abrieron unas 100 nuevas y hay cerca de 400. Crecen las cadenas pero también surgen negocios para públicos específicos. Compiten así con los medios tecnológicos y la lectura por la web.

  • Romina Smith
El periódico británico The Guardian eligió una porteña como la más linda del mundo. Y los porteños las adoran. Tanto, que incluso les dedican una noche por año para celebrarlas y disfrutarlas. Por romanticismo, por mística, o simplemente por costumbre heredada y aceptada, Buenos Aires es una ciudad librera: ama las librerías. Buenos Aires sin librerías no sería Buenos Aires. Y lo dicen los números: hoy en Capital hay 7.645 habitantes por cada local.
Los datos surgen de un análisis que el Ministerio de Desarrollo Económico difundió en el marco de la Conferencia Editorial, un encuentro que reúne a distintos representantes del sector. En ese encuentro, no solo se habló de esos números y de cómo se trabaja en editoriales nacionales, también se trazó un camino a futuro y se dejó en claro que el porteño potencia su vínculo con las librerías que se refleja en las ventas (ver Un negocio...) a pesar de la competencia con la tecnología y de los nuevos hábitos de lectura. ¿Un ejemplo? El país no sólo está al frente del rubro, también logró adaptarse a la producción de libros en formato electrónico y en la región fue donde más creció la edición de e-books.
Con o sin libros electrónicos, antiguas, nuevas, de barrio, de cadenas, con bares, con sillones para leer, con mesas de saldo para revolver, tradicionales como las de la avenida Corrientes (donde solo entre Junín y la avenida 9 de Julio hay 30 locales) o incluso especializadas en el segmento infantil y juvenil, que cada vez se ven más, hoy las librerías siguen tan vigentes como siempre y la cantidad de locales por habitantes que hay en Buenos Aires ya supera a todas las ciudades de Sudamérica e incluso está apenas por arriba de Madrid y Barcelona, dos centros urbanos con más de 500.000 habitantes y una gran tradición librera.
Según datos oficiales, en 2011, cuando Buenos Aires fue nominada “capital mundial del libro”, la Ciudad tenía 293 librerías relevadas. Sin embargo, algunos trabajos recientes hablan de más. Como el Mapa de las Librerías, que se creó en 2012 como iniciativa del programa Opción Libros del Ministerio de Desarrollo Económico con colaboración del Ministerio de Cultura, que estiran ese número a 378 locales que venden libros en distintos barrios y 293 empresas libreras. También según ese mapa, los barrios con mayor cantidad de librerías son San Nicolás (87), Recoleta (45), Balvanera (42) y Palermo (40). Pero con el crecimiento de las cadenas y la aparición de locales especializados hoy se estima que ese número es aún mayor y que en Buenos Aires habría unas 400 librerías, algo más de 100 que hace tres años.
Con esos dos actores el mapa también fue cambiando. El informe que se presentó la semana pasada sobre el mercado editorial porteño habla de esto. “Los cambios del modelo de negocios también ofrecen oportunidades a pequeñas librerías que se especializan en atender a unpúblico más segmentado y se distinguen por títulos seleccionados”, sostiene. Estas pequeñas empresas se suman a las grandes cadenas y completan el mercado. Y las cadenas tampoco paran de crecer: hoy sólo Yenny-El Ateneo (a la que pertenece la Grand Splendid, la elegida por The Guardian) tiene 13 sucursales en Capital. Y Cúspide, con la que recientemente abrió en la calle Corrientes, otras 11. A esas se suman las de Librería Santa Fe y otras más pequeñas. “Además de muchas librerías y muchos lectores, hay muchos emprendedores alrededor de la industria editorial que fortalecen el sector y le dan el dinamismo necesario para ajustarse a las tecnologías, los nuevos modelos de negocios y los tiempos que corren. Sin duda la creatividad y la cultura que se respira en Buenos Aires es algo para seguir promoviendo ”, explicó el ministro de Desarrollo Económico, Francisco Cabrera. Para que esto ocurra es clave el papel de librero, uno de los oficios reconocidos como patrimonio de la cultura porteña. En sus “Memorias de un librero” (1994), el escritor y poeta Héctor Yánover, que estuvo al frente de la librería Norte, una de las más clásicas de la Ciudad, y falleció en 2003, reveló decenas de anécdotas que todavía se repiten en locales de libros. El, que supo reunirse con Julio Cortázar y Alejandra Pizarnik, definió ese compilado de pequeñas historias como “la picaresca del libro”. Pero lo que más plasmó fue, sin duda, el perfil del cliente, con historias insólitas y llenas de humor, y hasta extraños personajes que aún existen y viven y rondan por las librerías.

viernes

Invitación a navegar subiendo a un cuento

El miércoles 17, acompañando con demora  el festejo del Día del bibliotecario, fui invitada  a leer alguno de mis cuentos en el Instituto de Formación Técnica Superior N° 13, en Buenos Aires. El cuento elegido fue Lo que se ve por una ventanilla de Procesos Técnicos en  un día cualquiera, el cual despertó comparaciones y comentarios diversos, divertidos o reflexivos. Docentes del IFTS, donde se dicta la carrera de bibliotecología, y alumnos, me acompañaron. Antes, Rosa Monfasani había presentado su último libro "Competencias profesionales y entorno laboral" (Alfagrama, 2014).

Gracias a la rectora, Lic. Patricia Prada, por la invitación, y a todos los oyentes-participantes del instituto, en particular al Prof.  Antonio Román  por la cordial difusión del evento.

martes

Memoria - Centro de Documentación en Filosofía y Letras de la UBA

Inauguración del Centro de Documentación "Universidad y dictadura"

El Programa Universidad y Dictadura de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad invita a la inauguración del Centro de Documentación "Universidad y dictadura": relatos orales y documentación que dan cuenta del período 1966-1983 en el ámbito universitario desde la Facultad de Filosofía y Letras. 
Viernes 12 de septiembre - 19 hs.
Facultad de Filosofía y Letras (universidad de Buenos Aires)
Puan 480 - Aula 108
Palabras de apertura a cargo de la decana de la Facultad, Dra. Graciela Morgade. 
Participan:
-Judith Said, coordinadora del Archivo Nacional de la Memoria y de la Red Federal de Sitios de Memoria.-Graciela Daleo, coordinadora de la Cátedra Libre de Derechos Humanos, directora del Programa Universidad y Dictadura. 
Presentación de la versión semimontada EL ARCHIVISTA, de Héctor Levy Daniel. Actúan: Carolina Guareschi y Rubén Sabadini. Dirección: Melisa Freund. 
Presentación del Centro de Documentación "Universidad y dictadura" a cargo de Alba Lombardi y Belén Sánchez.
Y del libro FILO (EN) ROMPECABEZAS. Búsqueda colectiva de la memoria histórica institucional (1966-1983), a cargo de Luisina Ferrante y Lucas Adur. 
Cierre musical: BARSUT (TANGO).

Fecha de inicio del evento: 
Vie, 12/09/2014 - 19:00



Andrei Varga

viernes

Cerati

Frente a los ventanales de mi trabajo, sobre Av. Córdoba, pasó esta tarde el cortejo de Cerati. Bajamos de los pisos, nos detuvimos en las veredas, aplaudimos. Unos treinta o cuarenta motoqueros, vestidos de negro, lo acompañaba. Los autos y colectivos tocaban bocina. 
Una música ahora ligera para él.

miércoles

Nocturno en edificio

Es de madrugada.  Bien despierto y sin otra cosa que hacer, el insomnio vigila. El edificio parece dormido detrás de las puertas  pero está tenso y acechante en los pasillos. Transcurre un silencio y luego, pisos arriba, una puerta se abre y se cierra. Otro silencio y el ascensor resuena. Los oídos del insomnio se agudizan. Se oyen caídas de agua, rumores que corren por adentro de las paredes. Un arrastrar apagado sobre el suelo, algo que cae sobre un techo, unos murmullos que se amortiguan. Otro silencio. ¿Alguien llora? Parece que alguien estuviera llorando,  no sé en qué piso, no sé en cuál departamento. Después pasos de despedida por la escalera, después el silencio de vuelta. 
La madrugada se adueña del edificio pero no dejará ninguna memoria cuando llegue el día.

Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías: cómo no guardar un secreto y otras dificultades de la vida

"Es cansado moverse en la sombra y espiar sin ser visto o procurando no ser descubierto, como es cansado guardar un secreto o tener un misterio...A un amigo se le oculta una cosa y a otro otra distinta de la que el primero está al tanto, se inventan para una mujer historias complejas que luego hay que rememorar para siempre en detalle como si se hubieran vivido, a riesgo de delatarse más tarde..." Víctor Francés, el protagonista de "Mañana en la batalla piensa en mí", de Javier Marías, no soporta mantener el secreto de la increíble y desopilante situación que ha vivido: invitado a una "cena galante" se encuentra con que la mujer, casada y con su marido en viaje, muere en sus brazos. En la casa está también el hijo, un niño de dos años.Víctor se marcha dejándolos a ella muerta y al nene dormido, pero luego la culpa, mezclada con curiosidad, pena, horror, y su propia soledad, lo impulsan a asistir al entierro primero y luego a buscar a la familia para contarle lo sucedido. La novela habla de los imponderables, de lo imprevisto, como esa muerte por sorpresa, y de cómo no queda registro de nosotros, de cómo vamos difuminándonos, y de lo poco que sabemos de los demás y aún de nosotros mismos, haciendo reír muchísimo en muchos pasajes. Y también de los autoengaños, las agachadas, los propios impedimentos y lo que se oculta a los demás. 

Resalta su divertida ironía, la penetración de los caracteres, la capacidad de observación, el dominio del idioma. Yo, que tengo la regla de "la segunda obra" para conocer autores, es decir: si la primera obra que leo me gusta mucho veré si la segunda me gusta por lo menos igual para adoptarlo en mi panteón personal, encontré que Javier Marías sobrepasaba la regla largamente: "Mañana en la batalla piensa en mí" me había gustado más todavía que "Todas las almas". Así que por mi parte lo dejo fervorosamente recomendado. 

martes

OSCURO OBJETO DEL DESEO - Un cuento de bibliotecarios



Juan abre la puerta, enciende la luz, porque es temprano y todavía está oscuro, y el depósito se ilumina. El depósito es grande y está lleno desde el suelo hasta el techo de estantes llenos de revistas y libros.  Juan se queda un  momento mirándolo desde la  puerta como si fuera la primera vez que lo ve: desde ahí  los anaqueles parecen un ejercicio de dibujo, de perspectivas,  de líneas en fuga, y  a él le gusta mucho observarlo así. Inspira y siente el olor,  que  huele a papel encerrado, a aire quieto,  un olor que se instalaría persistente  si él  no se ocupara de abrir las ventanas y dejar que cambiara ese aire. Esta es una de  las tareas que le encomendaron no más llegar a la biblioteca: mantener el depósito limpio, ventilado y  ordenado. Juan, que  sabe que a él le cuesta más que a los demás entender lo que se le dice,  escuchó  con toda su atención las indicaciones que le daba   Gloria, la  jefa de la biblioteca, que lo ha tomado bajo su cuidado personal, lo ha recomendado a cada uno pidiéndole que lo ayuden y lo consideren especialmente,  y se esmera con el más que con nadie porque es hijo de una amiga. 

El depósito es un oscuro objeto del deseo. Así le dijo Gloria, que es irónica y cinéfila,  la  primera vez que lo llevó a conocerlo y ver qué y cómo se guarda, sin que Juan entendiera qué significaba “oscuro objeto del deseo” aunque por  la resonancia de la palabra “objeto” le pareció que podría ser algo de forma cúbica y materia dura y pesada.  Decidió esperar a entender sin preguntar nada más.  Mientras, Gloria le contó que el lugar fue un hallazgo de su antecesora, que lo localizó oscuro y cerrado desde hacía mucho en este edificio tan grande y con zonas olvidadas, perdidas en el abandono, sin uso alguno. La antecesora lo solicitó a las autoridades y lo obtuvo, lo limpió y lo acondicionó, y cuando ya estaba limpio y utilizable se despertaron sordas batallas por él, un deseo de posesión  que estaba atado y que entonces se desató con furia.  Hasta hubo toda una guerra que duró tres años. Es que  habían aparecido viejos títulos de propiedad esgrimidos por oficinas que argumentaban que el espacio estaba destinado a algún fin cuyo gestor se había jubilado hacía una década y de cuyas intenciones no había quedado ni  un plano ni una firma ni un papel de verdulería. Juan dedujo aquí que el deseo sería oscuro porque no tenían  cómo reclamarlo con claridad. La diplomacia de la institución jugó cartas  a favor y en contra, según las demandas que resucitaban después de tanto tiempo adormecidas. A la encarnizada Guerra de los Tres Años la ganó la biblioteca, reafirmando de esa manera sus títulos porque no hay biblioteca que se precie que no haya tenido que  batallar por un depósito y se lo  haya ganado a puro esfuerzo.

– ¿Entendés? –  se había querido asegurar Gloria.

Ella, Gloria,  lo había heredado como se heredan las joyas del reino, le dijo con una sonrisa cómplice, y  ha mantenido la victoria mucho tiempo, tanto que tendría que hacer memoria desde cuándo se guardan materiales ahí. Mientras, el depósito se fue llenando de la vida bibliográfica…

– ¿Hay una vida bibliográfica? –  se había asombrado Juan.  

 …que nace en los expedientes de compra y se reproduce entre los canjes y las donaciones, y que luego vive y se desarrolla en los estantes de acceso abierto de la biblioteca,  y más tarde se corre y deja su lugar a los materiales recién nacidos. Los libros y revistas ya madurados en la biblioteca perduran después en este depósito, le señaló,  por el sentido que les da ser partes de colecciones. ¿Entendía?

Y que el depósito sigue siendo un objeto de deseo, ilustró Gloria, lo demuestra que no pasa año en que no haya que parar algún avance,  peligrosas indirectas, susurros a medias solicitud, a medias exigencia, para que la biblioteca lo mude a algún lugar inespecífico y ceda el espacio, que está en la planta baja y es de muchos metros cuadrados y con ventanas a un patio interno que le dan buena luz y aireación.

– ¡Jamás! – le enseña Gloria, con el índice en alto.

Jamás. Como el oscuro deseo siempre existe, la biblioteca está siempre en guardia. Y más ahora, que cambió la gestión y no se sabe bien con qué se puede venir…No se sabe porque la reciente gestión  no ha convocado a Gloria ni para conocerla y ella ya ha pedido tres veces una entrevista a las nuevas autoridades, sin resultado hasta ahora. Además se rumorea que existen planes de reformas edilicias, de cesiones de espacios,  de  extrañas concesiones y de cambios en la institución que tienen en alerta a todo el mundo. Ojos bien abiertos, le dice Gloria a todos los de la biblioteca y también a Juan. A Juan se lo dice con una expresión amable, que no le exige como al resto.

Así instruido, Juan ha tomado muy seriamente su trabajo porque es el cuidador de  mucha vida guardada. Le gusta llegar cada mañana y encontrar el depósito  como está, cerrado,  porque le agrada hacer algo por él, como abrir las ventanas y dejar que el aire lo limpie.  Mientras se ventila él guarda concentradamente, con un esfuerzo que le arruga el entrecejo, los materiales que pidieron en la sala el día anterior de la forma que Gloria le enseñó y que él  pudo aprender gracias a su propia  perseverancia.

Hoy, Juan acaba de abrir el depósito y apenas ha terminado de admirar otra vez las líneas en fuga, cuando dos hombres llegan detrás de él.  Es temprano,  a Juan le parece extraño que un lector aparezca por  sí mismo a buscar materiales en el depósito,  y queda expectante. Uno de los hombres, que es alto y emana una autoridad que lo inhibe,  extiende una mano para saludarlo y se presenta, pero Juan no entiende quién es porque se ha descolocado por esta situación fuera de lo habitual. El hombre que emana autoridad escruta su rostro y su aspecto con  curiosidad bien contenida y luego, elegante, se encoge de hombros y se desentiende de él; a continuación introduce al  hombre que lo acompaña, el que deja una  carpeta sobre un estante, saca un metro de su portafolios y empieza a medir de acá para allá y de allá para acá, y de arriba abajo, y a tomar notas en su tableta. Juan duda entre avisar  a la biblioteca, que está un piso más arriba, de esta visita fuera de lo habitual, o quedarse. Decide quedarse,  porque no puede abandonar la vida bibliográfica del depósito a merced de estos extraños. Abre las ventanas, observa lo que hay para guardar, hace como que ordena,  pero vigila muy atento.

Mientras espera que el hombre del metro termine su trabajo, el hombre de autoridad se pasea ida y vuelta con las manos en el bolsillo, curioseando los lomos de los libros,  y en uno de los pasillos, allá en la otra punta, ve a Juan que parece guardar revistas. No le dice nada ni le hace ningún gesto de reconocimiento, parece que no lo viera o que Juan no existiera. Luego,  conversa con el hombre que mide.  Juan no puede entender la animada conversación que están manteniendo los dos pero siente disgusto oyéndolos y una sospecha muy grande. Gloria no le ha avisado que irían unos hombres a tomar medidas. ¿O sí le avisó? No puede recordarlo y se inquieta. ¿Él tenía que hacer algo y no entendió qué?  Se inquieta más todavía, porque siempre le cuesta entender. ¿Y para qué miden? ¿Quién es el hombre que ni lo mira? Juan se incomoda ahora: no se atrevió a repreguntarle quién era para entrar así al depósito. Se propone entonces averiguarlo por su cuenta. Juan siempre averigua muchas cosas por su cuenta.
Después de unos minutos el que mide dice que ya está,  y él y el otro  se aprontan para retirarse mientras hacen los últimos comentarios. Desde donde Juan está escucha un “buenos días” que le darán a él porque no hay  nadie más en el depósito. Se los han dado sin verle la cara y Juan contesta el saludo  también sin asomarse;  piensa que mejor que se hayan ido pronto porque esa visita no le gustó nada de nada  y se asoma a la puerta para verlos desde atrás, cuando se van, y  asegurarse que se hayan ido. En cuanto llegue Gloria la pondrá al tanto.

Cuando vuelve a los estantes descubre que en el primero hay algo que no estaba ahí antes. Se acerca a ver y encuentra que es la carpeta que el hombre que medía apoyó en el estante antes de trabajar. La carpeta olvidada le palpita en las manos, intuye que también ella tiene su vida. Podría averiguar quiénes eran los dos que llegaron tan temprano, cuando él está solo, y averiguar qué querían, supone. Está muy tentado de abrirla, aunque todavía se contiene. Se contiene un ratito más, y al fin se deja vencer por la sospecha y abre la carpeta.  Hay papeles con dibujos, planos, fotos del frente del edificio y fotos del patio interno. Hay notas firmadas por el nuevo director. También hay, en otro papel grueso y transparente, el logotipo de una cafetería muy conocida adonde a veces la familia o los amigos lo llevan a él. Y acá está un croquis de…Juan lo mira de un lado, lo mira del otro, buscando perspectivas porque le resulta conocido. Lo levanta para verlo derecho y se para en la puerta: mira la misma puerta en el dibujo y enfrente tres ventanas dibujadas, las mismas ventanas de verdad que se asoman luminosas entre los pasillos. También hay cuentas de metros cuadrados y metros lineales, 
El plano es del depósito, deduce, por eso vinieron a medir. La deducción lo estremece: ahora sí que entiende que  el depósito sea un objeto de deseo y  que ese deseo es oscuro. El papel le tiembla en las manos. ¿El lugar del depósito se va a convertir en esa confitería que conoce? ¿Y toda la vida que hay, adónde irá? Juan se agarra la cabeza y recuerda: ¡jamás!

Al instante, se ilumina: da media vuelta y corre a la biblioteca, sube por la escalera  saltando los escalones de dos en dos,  entra como una tromba y se para frente a la fotocopiadora.  Está muy nervioso y muy apurado, pero a él le enseñaron a hacer fotocopias así que va a copiar lo que hay en la carpeta y después se lo va a dar a Gloria. Se apura todo lo que puede, está entregado por completo a hacerlas rápido, algunas le salen movidas y debe repetirlas, pero termina. Corre de vuelta al depósito, tropieza, se desliza por la escalera, y llega con el último aliento a ubicar la carpeta donde la encontró. No ha terminado de hacerlo y está jadeante  cuando el hombre que medía se asoma por la puerta:

– ¡Hola! – saluda –  ¿Me olvidé una carpeta acá? – pregunta, simpático, con tono de hablar a la salita verde de un jardín de infantes.

Juan se encoge de hombros y hace que revisa: ah, sí, acá hay una carpeta.

–Gracias, querido – le acepta, con una palmadita en la mejilla  – Chau.

Juan aprieta sus fotocopias. Ya no falta para que llegue Gloria.  Está seguro que la guerra va a recomenzar.





Isabel Garin