miércoles

Tareas

resulta que hoy a la mañana
lo más importante para hacer
era limpiar las ventanas

y a la tarde comprar los plantines
tomates, chauchas , morrones
y varias aromáticas

resulta que aquí las ventanas
están llenas de cielo

y que la tierra negra del fondo
ejercerá su callada magia
cuando reciba las plantas

resulta que giré varios veces
en el día, bailando las tareas
de la jornada
                                                                                                                                  Isabel Garin


jueves

Estrellas cercanas

Ayer, tarde,  unos sonidos que venían de la noche me hicieron ir a mirar por la ventana de atrás. Y entonces vi  una multitud de estrellas que cruzaban el cielo. Eran propiamente las estrellas: de su tamaño, con su brillo titilante, con su aparente lejanía, pero mucho más cerca, muchísimo, al alcance de la mano. Cruzaban siseando el cielo del fondo de casa,  lentas, rayando la noche con su luz fría, seguras de su curso. Todas seguras menos una que pasó tan bajo que quedó enredada en la punta del pino que hay al fondo.

Hoy a la mañana con ayuda de un chico vecino que se trepó al pino, pudimos bajarla. Palpitaba. A la luz del sol  casi desaparece de la vista pero desde el atardecer brilla  parpadeante y blanco-azulada en la palma de la mano. La colgué de un hilo a la entrada de casa.






sábado

Mención a mi poemario Alto Camet cielo y tierra

Con alegría les cuento a las amigas y amigos que mi poemario Alto Camet cielo y tierra y otros poemas  recibió mención en este importante concurso.
Alto Camet es el barrio de Mar del Plata adonde vine a instalarme definitivamente hace muy poco. Esos versos nacieron de este barrio, y de la vida que corre en él y de cómo se deja ver y tocar. Otros poemas nacieron del inevitable mar y de otras circunstancias del vivir.
Me produce satisfacción además el reconocimiento a Alto Camet, un barrio periférico de Mar del Plata que al igual que otros parecidos es olvidado por las autoridades, y en donde las carencias están a la orden del día.
Gracias al jurado: Diana Bellesi, Roberta Iannamico y Sergio Raimondi, y a los jurados de preselección. 

El Instituto Cultural anuncia los ganadores del Concurso de Poesía Néstor Perlongher

Se dieron a conocer los resultados de la primera edición del certamen que busca dar a conocer las voces contemporáneas y las expresiones diversas de la Provincia. La premiación se dará en el marco del II Festival Bonaerense de Poesía.

El Instituto Cultural anuncia los ganadores del Concurso de Poesía Néstor Perlongher

El Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, a través de la Dirección Provincial de Promoción de la Lectura, realizó la primera edición del Concurso de Poesía Néstor Perlongher. Durante el certamen se presentaron 636 obras, correspondientes a poetas de 75 distritos bonaerenses. La entrega de premios se realizará el próximo sábado 9 de noviembre, a las 19:30, en el Centro Provincial de las Artes Teatro Argentino de La Plata (Av. 51 e/ 9 y 10).

El concurso tiene un gran legado histórico, lleva el nombre del poeta, escritor, periodista, sociólogo y militante LGTB Néstor Osvaldo Perlongher, nacido en Avellaneda en 1949 y que falleció el año 1992 en San Pablo, Brasil. Con ello la Provincia le rinde homenaje a una de las voces más destacadas de la poesía.

El jurado, compuesto por Diana Bellessi, Sergio Raimondi y Roberta Iannamico, seleccionó las obras que formarán parte de una publicación de Ediciones Bonaerenses, el sello de la Provincia de Buenos Aires. 

Los ganadores de esta primera edición son: José Luis Frasinetti, oriundo de General Belgrano, presentó su obra “Tierra Viva”; Luciana Maxit, de Mar de Ajó, con su obra “El Interurbano”; y Tomás Fernández, nacido en Pergamino, con la presentación de “Ultramundana”.

Menciones Especiales:

  • “Los amores imaginarios” (Imanol Guerschman, Morón);
  • “Elefante” (Alan Cabral, Lanús) 
  • “Parece que no hacemos nada” (María Macarena Peralta Confalonieri, Tandil) 
  • “Cosas que mueren de a poco” (Alina Moro, Lomas de Zamora)
  • “Alto camet, cielo y tierra y otros poemas” (María Isabel Garin, 25 de Mayo)
  • “La mujer que entiende el lenguaje de las plantas” (María Tamara Domenech, La Plata)
  • “El giro afectivo” (Florencia Bossié, La Plata)
  • “Hacia aquí hacia mí” (María Eugenia López, La Plata)
  • “Hacinado” (Ayrton Cuella, Lomas de Zamora)
  • “Formas de mirar tu ausencia” (María Virginia Caresani, Tres de Febrero)
  • “Sopa picada” (María Belén Aguirre, Vicente López)
  • “Una temporada en la luz” (Juan Fernando García, Necochea)
  • “Bajo hondo” (Gerónimo Sebastián Unibaso, Bahía Blanca)

En el marco del Plan de Fortalecimiento del Libro y la Lectura, el Instituto Cultural anunció también la segunda edición del Festival Bonaerense de Poesía que se desarrollará el 9 y 10 de noviembre en el Centro Provincial de las Artes Teatro Argentino de La Plata.

Este encuentro tiene como objetivo visibilizar la diversidad y la riqueza de la producción poética de la Provincia. Por segunda vez participarán grupos, proyectos y colectivos vinculados a la lectura, la escritura, la edición y el arte en general.

En una amplia grilla, están previstos homenajes a poetas de la Provincia de Buenos Aires como Roberto Juarroz, Aurora Venturini, María Elena Walsh y la fotógrafa Sara Facio y a autores desaparecidos durante la dictadura militar y una celebración especial a la palabra poética bonaerense. Podés conocer el cronograma en la página web del Instituto Cultural bonaerense.

La poesía es una de las expresiones fundamentales de todo el territorio y a lo largo de la historia proliferaron poetas de importantísima trayectoria como Aurora Venturini, Francisco López Merino, Alejandra Pizarnik, Ana Emilia Lahitte, Roberto Juarroz, Nestor Perlongher, María de Villarino, Leopoldo Lugones, José Hernandez, Horacio Castillo,  María Elena Walsh y  Atahualpa Yupanqui entre muchos/as. 

El Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires realizó la primera edición del Festival Bonaerense de Poesía en 2023 con la participación de más de 100 poetas bonaerenses y artistas invitados, feria de editoriales independientes, charlas, lecturas, performances, homenajes, shows musicales y talleres para las infancias. 

jueves

Mudanzas

Estoy preparando mi mudanza de Buenos Aires a Mar del Plata. Para empezarla, porque por algún lado hay que empezar, empiezo por los libros. Ocho años después de llegar adonde todavía vivo encuentro libros que olvidé que traje cuando vine, y que  me sorprende reencontrar.  Y están los que dejé en los estantes de arriba, esos a los que no llego si no me subo a una silla. En voz baja y en una broma que ellos, los libros, nunca oyeron, siempre les dije que los de allá arriba estaban castigados. Por mi desinterés de lo que tratan, por facilidad para olvidarlos, por estropicio del tiempo.

Me admira reencontrarme con libros que atesoré y que ahora no me importa guardar. Los habré atesorado por variadas razones más allá de la estricta lectura: porque me los regalaron, porque en algún momento se trataba o debatía mucho tal tema o tal autor, porque el autor estaba de moda, porque me recuerdan a alguien, porque me llegaron en “herencia” de otras mudanzas, y así. 

Y ¡ay! las ediciones baratas, cuyas hojas resecas y de color amarillo oscuro pareciera que van a quebrarse de nada, y cuya encuadernación no soporta una nueva apertura porque se desarma, como un ancianito que ya no pudiera hacer ni un esfuerzo más.

Y ¡oh! los que ahora están en Internet, esos clásicos españoles, aquellos Shakespears, los otros rusos, esos tesoros de la literatura universal, diría una solapa. Si están en la infinita web no los guardo impresos para mí, porque los leo en un dispositivo lector.

La mudanza de libros va tomando forma con esta selección en verdad negativa: selecciono los que no me llevaré. Llevo una colección de historia a una biblioteca vecina, llevo los estropeados irrecuperables a un contenedor para que sean reciclados, y al hacerlo justo pasa un chico cartonero al que le brillan los ojos por hacerse de esta buena carga de una sola vez.

Y miro ahora mi biblioteca más chica pero despejada y renovada, lista para mudarse: me gusta. Y me pregunto: ¿qué es lo que muda en una mudanza? Y me contesto: soy yo la que muda. Hago una mudanza interior al tirar, despejar, limpiar, hacer espacio, mover lo que estaba quieto y abrir lo que estaba cerrado.

 

sábado

Iba yo con mi bolsita de pan

Iba yo con mi bolsita de pan, una tira de miñones blancos y otra tira de miñones negros, rumbo a la parada del colectivo. A media cuadra de llegar,  por Plaza Rocha, un hombre joven me aborda. 

Señora - dice- me daría un poco de pan? 

Abro la bolsita y le doy.

Iba yo con mi bolsita de pan comprado en Chajamar rumbo a la parada del colectivo. Por Plaza Rocha un muchacho me aborda.

Señora, dice, me daría un poco de pan?  

Abro la bolsita y le doy.

Iba yo con mi bolsita de nailon blanco, llevando pan. Un hombre joven que estaba en Plaza Rocha me aborda.

Señora, me daría un poco de pan?

Abro la bolsa. Echa una mirada al 

interior pero no hay queso ni paleta. Le doy.

Iba yo con mi bolsita de pan, pan blanco y pan negro, crocante, del día, y por Plaza Rocha un muchacho me aborda.

Señora - dice - me daría un poco de pan?

Abro la bolsita y le doy.

Iba yo con mi pan del brazo, colgado, blanco y negro, transparente en su bolsita de nailon se adivina. Un hombre joven me aborda.

Señora,  me daría un poco de pan?

Abro la bolsita.  Le doy. Un poco de pan, blanco y negro.

Señora,  me daría un poco de pan?

Escrito sobre la harina abro mi pena y le doy. 




viernes

Amargos viajes


Ayer, viajando en el subte E, pasa por mi vagón primero un vendedor que lleva barras de cereales y paquetitos de caramelos en una caja  de cartón prolijamente cortada que tiene al frente su alias de Mercado Pago. Una chica le compra y con agilidad le transfiere el gasto. A continuación pasa una mujer joven con un bebé en brazos y una nena de unos 6 años con la que se distribuyen las filas de pasajeros vendiendo colitas y hebillas para el pelo. Luego pasa un hombre que parece grande aunque oculta la cara con la capucha de su campera arruinada: es un "faldero", los más pobres de los pobres que ni siquiera tienen algo para vender y dejan en la falda de los pasajeros un papelito mínimo, ya borroneado de tantos dedos,  con un pedido de ayuda: "por favor, puede ayudarme con algo gracias". 
Pero todavía faltará otro más, otro escalón de miseria que no tiene ni siquiera ese papelito para acercarse a pedir: un hombre de unos 40 años, sucio,  flaco, con la ropa harapienta, se para al frente y dice. Señores pasajeros, tenemos hambre. Les pido por favor que nos ayuden. Y lo dice con una voz clara y vibrante que suena por sobre el ruido del tren y de la distracción de cada uno. 
Amargos  los viajes en los trenes de hambrientos y desesperados. 


miércoles

La espera


Mi  amiga Rosario, que es ordenada y detallista, tiene  sobre un estante tres vasijas de barro puestas en hilera. Las pequeñas vasijas son de Jujuy, las trajo de un viaje a la Quebrada de Humahuaca, hace mucho. Tienen sus perfectas tapas que causa regocijo abrir y cerrar porque remiten a un recipiente grande  pero tienen tamaño de juguete. En una de ellas guarda monedas,  que ahora casi no tienen valor pero que a ella le gusta juntar. Si pasado el tiempo la vasija rebosa de monedas, las cuenta, las separa en paquetitos y las cambia en el autoservicio chino de la cuadra.

En otra de las vasijas Rosario guarda pequeños objetos punzantes. Son chinches con sus cabezas rojas, azules y verdes; alfileres,  clips variados y  clavos de diversos tamaños y tornillos de cuerpos torneados. Los clavos y los tornillos son sobrantes de arreglos que solo muy de tanto en tanto se hacen y Rosario no recuerda desde cuándo viven en la pequeña vasija, tanto tiempo llevan ahora sin ser utilizados. También hay ganchos muy malintencionados, con puntas filosas por sus dos extremos,  y dos clavos miguelito de recuerdo de remotas y duras manifestaciones en las que participó en su juventud. Cada vez que Rosario toca o abre esa vasija siente en la mano una aprensión táctil, dice, una sensación de que la misma  vasija es agresiva y filosa.

En la tercera vasija, Rosario guarda pequeños objetos inclasificables. Casi todos ellos extraviados, por ejemplo: una tapita con rosca que la desveló suponiendo que cerraba el conducto de algo importante que, sin tapar,  se desinflaría y desaparecería del universo; una extraña bolita metálica que barrió un día por sorpresa y  que corría por el  suelo con vida propia; lo que parece un topete clásico pero que después de probado en las patas de las sillas de su casa no correspondía a ninguna de ellas; tres cuentas de collar que también aparecieron debajo de muebles una mañana de limpieza pero que no son de ninguno de los suyos; una ruedita con el exterior metálico y el interior de goma;  una tapita cóncava,  y otra tapita convexa pero que no coincide con el tamaño de la cóncava (Rosario lo ha comprobado); una arandelita de bronce  cuyo sonido al caer ella escuchó claramente, desprendida de algún artefacto que no pudo identificar, y otros objetos diminutos que le causan una mezcla de curiosidad y de enojo, a veces por no poder reconocer sus orígenes y otras veces por no poder desprenderse de ellos sin más, tirarlos a la basura y listo, en la perseverante espera de que un día les encontrará su precisa ubicación en el caos de las cosas.

 

 

 

 

 

 

domingo

Dia de invierno en Alto Camet


 El domingo helado en Alto Camet se moja además con chaparrones despiadados. Barro y frío.  Pero un gatito gracioso, blanco y negro, se aparece en la vereda a saludarnos,  y al atardecer una luna apenas creciente adorna el cielo de ámbar traslúcido, ya limpio de nubarrones. 

jueves

Bebé



Voy sentada en el 132 cuando suben  una mamá con su bebé y una amiga. La mamá con su bebé se sientan al lado mío. La bebé es hermosa y muy dada. Enseguida me mira como llamándome y  me toca el brazo con su manito. Yo le sonrío, le digo “holaaa” de la manera que los adultos usamos para hablarle a los bebés. La mamá le aparta la mano y le dice “no molestes a la señora”, yo digo “no es molestia, para nada”, y le ofrezco el pulgar a la chiquita, que enseguida me lo agarra con sus deditos.

Observado por la madre que la hijita no me molesta, se vuelve a charlar con la amiga que va parada al lado. Yo me quedo jugando con la beba. Me cerró el pulgar y sin soltarlo ahora jugamos a hacer un balanceo con el dedo y la mano. A izquierda y a derecha, no me lo suelta, cierra con fuerza sus deditos sobre mi pulgar derecho. Con mucha fuerza. Me llama la atención la fuerza que tiene. Parece que el juego del balanceo la divierte, me hace unas sonrisitas muy graciosas. Mientras, me aprieta el dedo cada vez más. ¿De dónde saca tanta fuerza? Ahora deja de sonreír y me clava una mirada…que no parece de bebé. Quiero soltarme porque ya jugamos, ya está bien,  y porque me resultan rara esa mirada y la fuerza que tiene.

Detengo el movimiento de la mano y la observo. No me suelta el pulgar y le brillan los ojos. Creo que se está divirtiendo. Sacudo la mano con fuerza pero no la libero. Estoy asombrada.

La mamá sigue charlando con la amiga. La beba me aprieta tanto que ahora me hace doler. ¿Cómo es posible? Levanto mi mano izquierda para retirar la suya agarrándola de la muñequita regordeta, y entonces me adivina la intención: me aprieta con todas sus fuerzas, veo atónita cómo tensiona la mano y el bracito, y hasta la cara. Yo siento agujas en mi dedo tan intensas que casi me hacen gritar y tan profundas que me llegan al hueso. Y entonces escucho y siento “crack” el hueso del pulgar. Crack.

Y en ese momento la amiga dice “bajamos acá” y la mamá se para con su bebé. La beba me mira por sobre el hombro de la madre. La mirada le brilla.

A mí me cuelga el pulgar.

lunes

Buzones


Un buzón ya histórico todavía vivo, de pie,  en la era de las comunicaciones digitales,  en Viamonte y Riobamba, Buenos Aires. Lo veo y me da ternura: cuando el buzón trabajaba enviar y recibir cartas en papel tenía mucho de auténtico y de próximo, aunque hubiera que esperar días o meses el intercambio postal. Ahora que lo pienso, aquel intercambio parecía más simplemente humano, con eso de escribir con tinta y con el trazo de cada uno sobre una hoja, y luego despachar la carta material. Recuerdo dónde habían algunos buzones  rojos en Veinticinco de Mayo, mi pueblo, y también que me daba curiosidad ver el trabajo del cartero que los abría y recogía la correspondencia que hubiera, ¡con estampillado! y que yo estaba  a la pesca para  ver a alguno cuando lo estuviera haciendo. El interior del buzón tenía algo de mágico para mí.  ¿Será  un homenaje la flor dibujada?

Pero en este momento escribo este post con teclado y con la misma letra para todos que concede Facebook,  y con la inmediatez desaforada de estos tiempos. Que no tiene retrocesos. Pero que para los correos electrónicos tuvo que  dar  el nombre de Buzón, como el de aquellos rojos que recibían cartas en papel,  porque otro más ajustado para la función no había.