Esperando a los bárbaros [Poema: Texto completo.]Constantino Cavafis | |
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viernes
Esperando a los bárbaros - Constantino Cavafis
sábado
Vida astral en el taxi
Vuelvo a casa en una tarde calurosa, agobiante, y cargada con dos bolsos,
uno muy pesado. En Retiro busco un taxi y subo al que está en la cola. Me
siento y enseguida, por el saludo enfático del tachero, advierto el ambiente que habrá en el coche: entusiasta,
enérgico, de conversación. Lo observo: es un hombre de más de sesenta años,
peladísimo, con un cuello de toro y una cabeza muy grande, que viste una remera
de Ramones. Tal cual se percibía empieza
a charlar, primero con una clase práctica de cómo manejar en Buenos Aires llegando
primero a destino, pero sin perder la calma y sin matar a nadie. Me muestra
cómo salir de Retiro sin enredarse en la maraña de colectivos, y cómo seguir por las avenidas colgado detrás
de un colectivo y adelantándose cuando este se acerca a las veredas, en las paradas. Estamos en estas
disquisiciones, que yo atiendo con una curiosa cortesía, cuando me pregunta,
observándome por el espejo:
-¿Usted es creyente?
Sorprendida por el brusco viraje de la conversación le
contesto que no, y en el acto me lanza:
- Lo lamento por usted.
Y a continuación declara que si me molesta no me cuenta nada pero que
si no tengo problema quisiera contarme acerca de las visiones de Jesús que tuvo
alguien conocido de él, todo de un tirón y sin dejarme decir ni pío. El visionario, cuyo nombre no sabe porque en realidad el que lo sabe es un amigo, quien a su vez es allegado del hijo del protagonista, había sufrido un infarto.
Internado de emergencia se lo dio por muerto al mismo tiempo que él salía de
su cuerpo y veía la escena urgente de resucitación que se le practicaba, mientras en espíritu se acercaba a una potente luz clara que emanaba una figura a la
que reconoció como Jesús. Esta fue quien
le dijo que regresara, que no era todavía su hora.
- ¿Le gustó? Le cuento otra – me ofrece antes de que yo pueda expresar ni
un comentario.
Tiene también unos amigos que tienen, a su vez, conocidos en Córdoba, que fueron quienes les contaron de una chica muy joven que se enfermó de cáncer con mal pronóstico,
pero la chica era devota de Ceferino Namuncurá, al que pidió por su salud: en
48 horas el cáncer había remitido hasta el punto de desaparecer, con gran desconcierto de los médicos.
Y sin esperar contestación jura que conoce muchos casos de milagros y regresos de la muerte y promete que me los va
a contar, y ahí nomás empieza con el resto. Yo calculo cuánto falta para llegar
a casa. Tiene una amiga enfermera que le
relató el caso de un chico de unos seis o siete años internado por un accidente
grave que al salir de la terapia intensiva contó a sus padres que había estado
en un túnel muy largo, en donde había visto a una señora luminosa, “con
gorrito”, que lo acunó en sus brazos y
lo cuidó hasta que se repuso, y un nene no podría mentir, ¿no? Sabe también,
por amigos de un cuñado, de un ahogado en
la costa de Mar del Plata y de lo que vio con los ojos abiertos en el fondo del mar hasta que
unas manos etéreas, una fuerza, lo hicieron subir a superficie y le salvaron la
vida. Ahora el hombre se deja llevar por su propio entusiasmo, sin contemplar
el mío, y enlentece la marcha para tener más tiempo de repasar su archivo.
Conoce igualmente, me asegura, a los
allegados de una señora que sufrió una enfermedad terminal pero se repuso por
completo después de experimentar otro desprendimiento astral y la propuesta de
vivir más tiempo, y también, por el
relato de un vecino acerca de un
familiar ya fallecido, sabe de la
experiencia de un descreído que al volver del túnel aquél se curó y cambió su
vida.
- ¿Y? ¿Qué me dice? – me pregunta retóricamente, porque no espera respuesta, y la emprende con
la siguiente anécdota.
Yo le diría, si me dejara hablar, que según lo que cuenta todos vivimos con
nuestros groseros y pesados cuerpos en un mundo de milagros y vidas paralelas
que no vemos, pero también que no conviene que las curas milagrosas y los paseos astrales
sean tan numerosos porque entonces se abaratan, si son tan
frecuentes no resultan milagrosos, parecen de góndola de supermercado. Me pregunto cómo será para Norberto, según
leo su nombre en la ficha de taxista, manejar horas en la ciudad caliente, de asfalto reblandecido, bocinazos, sirenas de ambulancias,
tránsito atascado, repuestos que se rompen y cuentas que pagar, sabiendo que tan al alcance de la vida está
llegar a las puertas de la muerte y regresar sin traspasarlas, ver cómo lo
resucitan a uno mismo, curarse de
enfermedades graves en 48 horas, ahogarse y revivir. Quisiera preguntárselo pero no me da tiempo: llegamos a destino, y mientras busca cómo estacionar no
se toma un respiro y me pide que me demore un momento más para terminar la
anécdota de cierto amigo de la infancia al que reencontró hace poco, y de quien
escuchó la historia de un tío que se perdió en medio de una tormenta de nieve,
allá en Mendoza, y casi muere congelado hasta que recibió un calor inexplicable
que no había en el entorno, y que lo ayudó a ponerse
en pie, andar y sobrevivir.
El sol pega de mi lado, sin contemplación,
y yo también tengo calor. Norberto suda,
la cabeza de toro perlada de gotas, pero más por la energía puesta en su
narrativa que por el solazo. No sé
porqué me lo imagino anhelante pero asustado por su propia muerte, y esperanzado en que al
llegar a sus puertas una figura celestial le diga “volvé, todavía no es tu
hora”. Mientras bajo el bolso pesado le comento, aliviada porque ya lo dejo, que
tiene montones de anécdotas.
- ¡Uhhh! – exclama, con gesto de “son tantas que podría estar horas
contándolas”.
Le creo, y cierro la puerta con un saludo antes de que me proponga seguir oyéndoselas.
jueves
Detención de un mantero negro
Voy caminando por Av. Santa Fe, ayer a la tarde, cuando veo patrulleros y
ambulancias y un tumulto de gente frente al shopping Alto Palermo. Pienso en un
accidente pero algo no coincide: el nudo
de gente no está quieto y callado, se mueve, se agita, lanza voces. Me acerco y me entero: la policía ha detenido
a un mantero, un muchacho nigeriano que
en esa vereda vende carteras y billeteras, y
para que no se lo lleven la gente ha rodeado el patrullero haciéndole un
cerco que ha detenido a la policía. ¿Y las dos ambulancias?, pregunto. Me dan
diversas versiones: el muchacho negro se descompuso con convulsiones, la
policía le pegó, le pusieron algo en una inyección, y tuvieron que
atenderlo. Trataron de llevárselo en la ambulancia, o la gente pensó que
podrían hacerlo, y entonces le pincharon una rueda. La ambulancia tendrá que
esperar el auxilio con el detenido adentro, y en la situación se acerca una
tercera, lo que despierta ironías y bronca entre los presentes: tres
ambulancias aquí en vez de estar atendiendo las emergencias.
El cerco a la policía no cede, al contrario, se agranda sumando más y más
personas que se indignan al enterarse del motivo de la agitación. La gente ya
es mucha, se ha derramado sobre la avenida, y la policía corta el tránsito
desviándolo por Coronel Díaz y por Bulnes.
Se oyen gritos: ¡porqué no detienen a los funcionarios corruptos! y ¡porqué
no detienen a los narcotraficantes! Claro, conversamos entre nosotros, el
nigeriano no pagaría coima, por eso lo detuvieron. ¡Qué vergüenza!, se oye, no
dejan trabajar a un chico negro, inmigrante, que casi no habla el castellano, y
que no hace mal a nadie, en vez de estar persiguiendo a los chorros en serio. El
intercambio fervoroso entre desconocidos
recuerda a las coincidencias apasionadas en la calle durante los días del 19 y 20.
Un poco después la puerta de la ambulancia se abre y se ve al muchacho, lo
van a sacar. La policía se cierra brazo con brazo, y el cerco sobre la policía
se exaspera. Hay gritos, remolinos, se trata de impedir que lo suban al
patrullero, que está a unos metros, y
los cuerpos empujan para que la policía
no llegue al coche. Pero lo logra. Suben al mantero, cierran las puertas, y
entre patadas de furia el patrullero arranca y se va. La acción genera un coro de insultos:
¡coimeros!, ¡cobardes!, ¡hijos de puta!
La policía se ha llevado al protegido pero el tumulto no cesa y ahora se estrecha
sobre los agentes que quedaron custodiando la ambulancia que cambia la rueda. Hay
que verles la cara de miedo. Los indignados insultos se repiten largo rato. Se ve el corte de la avenida como un triunfo y la acción como justa, aunque
se haya perdido. Se forman corrillos que comentan e intercambian fotos y videos.
Varios vecinos del Alto Palermo se asombran: ¿de verdad esto ha pasado aquí, en
este lugar indiferente, inhumano?, dicen,
uno aquí y otro allá, y se reconocen gratamente sorprendidos. Los que no
somos vecinos también nos sorprendemos. Una chica que trabaja en Migraciones ha
obtenido el nombre del detenido, así que verá qué puede hacer, por empezar
avisar a la embajada. Otra cuenta que en
la seccional le informaron el procedimiento: pedirán antecedentes al país de
origen del muchacho. Nueva indignación: ¡pedir antecedentes por alguien que
vendía carteras en la calle!
La gente ha comenzado a menguar, y ahora llovizna. Los últimos veinte o
treinta siguen en medio de la
Santa Fe cortada, todavía disfrutando de haberse convertido
en dueños de la calle. Yo me he encontrado entre los gritos y los empujones con una vieja
conocida, de tiempos de estudiantes. Qué linda manera de reencontrarnos,
pienso.
Intercambiamos los datos de contacto, y le digo que contaré esto. Acá cumplo.
sábado
El valor de cada día
Mónica Barroso, bibliotecaria en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Argentina, fue diagnosticada con ELA, esclerosis lateral amiotrófica. Lejos de apartarse o decaerse, le da batalla cada día a su enfermedad y sigue estudiando y trabajando, bibliotecaria siempre.
martes
3/11/2014
Una biblioteca centenaria espera en cajas en un galpón
Por: Santiago Baraldi
Es la Eudoro Díaz, fundada en 1891 y destinada a docentes. Hasta hace casi dos años estaba en el edificio restituido a la Vigil.
La imagen 40 mil volúmenes, muchos de ellos centenarios, en un galpón donde se junta agua en cada lluvia, es la postal que retrata la importancia que desde la burocracia del Ministerio de Educación se le da al destino a la mítica “Biblioteca Pedagógica Eudoro Díaz”. Los 26 empleados fueron reubicados hasta que las obras en el edificio donde funciona la Regional VI del Ministerio de Educación de Santa Fe, en Echeverría 150 bis, algún día se terminen.
“Para los empleados de las Biblioteca Pedagógica es una desesperación, porque los libros están tirados en un galpón”, describe indignada Marta Müller, una de las bibliotecarias, hoy hacinada en un cuartito de la planta alta, en Laprida 1049, sede de “Zona de Aprendizajes”, a la espera de una respuesta del Ministerio. La directora de la biblioteca, María Cristina Pasinato, realizó objeciones a los planos originales que había presentado para reformar y adoptar los otrora galpones del ferrocarril, hoy sede de la Zona VI de Educación.
Fundada en 1891
“A punto de cumplirse un año del cierre por traslado de la Biblioteca Pedagógica, seguimos esperando el acondicionamiento del futuro edificio prometido por parte de las autoridades provinciales, aún sin novedades”, insiste Müller. La Biblioteca Pedagógica es una institución de 123 años, inaugurada el 11 de septiembre de 1891 por Eudoro Díaz –docente, periodista, director del Colegio Nacional, tucumano por nacimiento y rosarino por adopción– para contribuir a la formación de los docentes de la ciudad y su zona de influencia.
Funcionó en distintos locales del Ministerio de Educación hasta que en 1942 se concretó el deseo del local propio en la calle 9 de julio 1247. En marzo de 1981, se trasladó por decreto a la calle Alem 3078, edificio de la intervenida Biblioteca “Constancio C. Vigil”. El 6 de diciembre de 2012 la promulgación de la ley provincial 13.306 dispuso la restitución de los bienes muebles e inmuebles a la biblioteca Vigil. La misma ley, comprometió al Estado provincial a trasladar a la Biblioteca Pedagógica “Eudoro Díaz” a una nueva ubicación estratégica, cercana a los institutos de formación docente, en un plazo no mayor a un año.
Sin embargo, el 6 de diciembre de 2013, venciendo el plazo de restitución del edificio, todo el acervo bibliográfico de la Biblioteca, los casi 40 mil volúmenes, como así también sus bienes, fueron embalados y trasladados a un depósito en el edificio donde funciona la Regional VI del Ministerio.
Un año sin respuestas
“La Biblioteca hoy se encuentra en una etapa de transición e incertidumbre, con el creciente deterioro de sus bienes y su colección. A pesar de esta situación, durante este año de trabajo, el personal de la Biblioteca elaboró proyectos y sumó ideas para la reapertura en su nuevo ámbito. Se establecieron contactos con bibliotecas escolares, con instituciones de la zona y se trabajó para el desarrollo de una colección acorde a las necesidades de información de docentes y estudiantes de nivel superior”, agregó la bibliotecaria quien rescató el apoyo de los Amigos de la Biblioteca, “una especie de cooperativa, que con esos subsidios nos permitió adquirir más de 800 libros y revistas, que inmediatamente se pusieron a disposición de docentes y nuevos socios que vienen a Zona de Aprendizajes”.
Müller señala que “cada tanto vamos hasta al galpón en busca de carpetas o libros puntuales y vemos el deterioro de los libros, que si bien muchos están embalados el lugar se llueve, se hace una laguna y hay que amontonarlos y ni hablar de las ratas.
Cuando nos desalojaron de la Vigil, nos engañaron diciendo que buscaban un lugar céntrico para la biblioteca, eso fue hace casi dos años; después nos citaron en noviembre del año pasado con los funcionarios de Santa Fe y nos dijeron que las cosas iban a aquedar en la sede de Educación, en la Región VI. En todo este tiempo no hubo ningún tipo de respuestas y allí hay material indispensable para el trabajo de los docentes”, concluyó la bibliotecaria.
Fuente bibliográfica
BARALDI, SANTIAGO [sin fecha]. Una biblioteca centenaria espera en cajas en un galpón | Diario El Ciudadano y la Gente. [en línea]. [Consulta: 3 noviembre 2014]. Disponible en: http://www.elciudadanoweb.com/una-biblioteca-centenaria-espera-en-cajas-en-un-galpon/.
jueves
Publicación de un post en Infotecarios: bibliotecarios y literatura
El sitio web INFOTECARIOS acaba de publicar una nota mía sobre el bibliotecario y la literatura, en general y en particular la de mi producción. INFOTECARIOS es un espacio web colaborativo, centrado en el ámbito latinoamericano, que difunde ideas y opiniones sobre temáticas relacionadas con la información y la documentación. Dejo aquí el enlace al post y la invitación a comentar lo que se les ocurra al respecto, todas las opiniones y comentarios son bienvenidos.
Y muchas gracias a Infotecarios por la invitación en su espacio!
El bibliotecario en la literatura y una literatura de bibliotecarios
miércoles
ABGRA publica mi cuento Oscuro objeto del deseo
El último Boletín de ABGRA - Septiembre 2014 - difunde mi cuento
OSCURO OBJETO DEL DESEO
El cuento trata de una batalla desigual pero decidida sobre el depósito de una biblioteca.
Muchas gracias, ABGRA!
sábado
Zonas neutras - Lugares de Patrick Modiano
Hay en París unas zonas neutras..."zonas intermedias, tierras de nadie en donde estaba uno en las lindes de todo, en tránsito, o incluso en suspenso. Podía disfrutarse allí de cierta inmunidad...La calle de Argentine, donde tenía alquilado un cuarto de hotel, era desde luego una zona neutra. ¿Quién habría podido venir a buscarme aquí? Las pocas personas con las que me cruzaba debían de estar muertas para el estado civil. Un día, hojeando un periódico, fui a dar, en la sección "avisos de los juzgados", con un suelto que se titulaba "Declaración de ausencia". Un tal Tarride llevaba treinta años sin volver a su casa...Estaba seguro que el individuo aquel vivía en esa calle, con decenas de personas a quienes también habían declarado "ausentes".
Unos sitios de paso, aptos para esconderse, para no ser vistos ni encontrados...Así identifica Patrick Modiano, el reciente Nobel de Literatura, a algunos barrios o calles de París, en su melancólica novela En el café de la juventud perdida (la única que he leído de él). La novela rememora al café Condé donde unas almas desconcertadas, ateridas, que no pueden hallar sus caminos ni sus pasos, o que huyen de ellos, se reúnen cada día.
Esas zonas para suspender la vida, para quedarse eternamente en tránsito, me resultan tentadoras, o atractivas. ¿En dónde estarían en Buenos Aires? ¿Habría aquí "zonas neutras"?
domingo
Porno pichicho
A dos cuadras de mi casa hay una veterinaria, negocio antiguo en el barrio. Acostumbrada a verlo, hace un tiempo me confundió: un día lo vi desde la vereda de enfrente y creí que habían cambiado de rubro por una casa de ropa infantil. Cuando me acerqué a corroborarlo descubrí que no era de ropa para humanos pequeños sino de variados vestiditos y polleritas para perras y de jeans y remeritas para perros.
Ayer pasaba por ahí de nuevo y volví a sorprenderme. Salía del negocio una señora con su primorosa perra recién vestida. Ella, la perra, llevaba puesta una mínima pollerita tableada, en escocés rojo, y moño al tono en la cabeza. Como iba delante de mí yo veía bamboleando su culito rodeado del collar que le hacía la pollera mínima, y entonces me vino a la cabeza la imagen de la "colegiala hot" usada millones de veces en la imagenología erótica, o porno. No dejaba de ser un comparativo para matarse de risa y grotesco al mismo tiempo.
Y no pude dejar de asombrarme por ese poder de asemejar a mujeres y perras (¿hot?).
Librerías for ever
Las librerías resisten cambios de hábitos y suman locales
Patrimonio de la CiudadEn tres años abrieron unas 100 nuevas y hay cerca de 400. Crecen las cadenas pero también surgen negocios para públicos específicos. Compiten así con los medios tecnológicos y la lectura por la web.
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- Romina Smith
El periódico británico The Guardian eligió una porteña como la más linda del mundo. Y los porteños las adoran. Tanto, que incluso les dedican una noche por año para celebrarlas y disfrutarlas. Por romanticismo, por mística, o simplemente por costumbre heredada y aceptada, Buenos Aires es una ciudad librera: ama las librerías. Buenos Aires sin librerías no sería Buenos Aires. Y lo dicen los números: hoy en Capital hay 7.645 habitantes por cada local.
Los datos surgen de un análisis que el Ministerio de Desarrollo Económico difundió en el marco de la Conferencia Editorial, un encuentro que reúne a distintos representantes del sector. En ese encuentro, no solo se habló de esos números y de cómo se trabaja en editoriales nacionales, también se trazó un camino a futuro y se dejó en claro que el porteño potencia su vínculo con las librerías que se refleja en las ventas (ver Un negocio...) a pesar de la competencia con la tecnología y de los nuevos hábitos de lectura. ¿Un ejemplo? El país no sólo está al frente del rubro, también logró adaptarse a la producción de libros en formato electrónico y en la región fue donde más creció la edición de e-books.
Con o sin libros electrónicos, antiguas, nuevas, de barrio, de cadenas, con bares, con sillones para leer, con mesas de saldo para revolver, tradicionales como las de la avenida Corrientes (donde solo entre Junín y la avenida 9 de Julio hay 30 locales) o incluso especializadas en el segmento infantil y juvenil, que cada vez se ven más, hoy las librerías siguen tan vigentes como siempre y la cantidad de locales por habitantes que hay en Buenos Aires ya supera a todas las ciudades de Sudamérica e incluso está apenas por arriba de Madrid y Barcelona, dos centros urbanos con más de 500.000 habitantes y una gran tradición librera.
Según datos oficiales, en 2011, cuando Buenos Aires fue nominada “capital mundial del libro”, la Ciudad tenía 293 librerías relevadas. Sin embargo, algunos trabajos recientes hablan de más. Como el Mapa de las Librerías, que se creó en 2012 como iniciativa del programa Opción Libros del Ministerio de Desarrollo Económico con colaboración del Ministerio de Cultura, que estiran ese número a 378 locales que venden libros en distintos barrios y 293 empresas libreras. También según ese mapa, los barrios con mayor cantidad de librerías son San Nicolás (87), Recoleta (45), Balvanera (42) y Palermo (40). Pero con el crecimiento de las cadenas y la aparición de locales especializados hoy se estima que ese número es aún mayor y que en Buenos Aires habría unas 400 librerías, algo más de 100 que hace tres años.
Con esos dos actores el mapa también fue cambiando. El informe que se presentó la semana pasada sobre el mercado editorial porteño habla de esto. “Los cambios del modelo de negocios también ofrecen oportunidades a pequeñas librerías que se especializan en atender a unpúblico más segmentado y se distinguen por títulos seleccionados”, sostiene. Estas pequeñas empresas se suman a las grandes cadenas y completan el mercado. Y las cadenas tampoco paran de crecer: hoy sólo Yenny-El Ateneo (a la que pertenece la Grand Splendid, la elegida por The Guardian) tiene 13 sucursales en Capital. Y Cúspide, con la que recientemente abrió en la calle Corrientes, otras 11. A esas se suman las de Librería Santa Fe y otras más pequeñas. “Además de muchas librerías y muchos lectores, hay muchos emprendedores alrededor de la industria editorial que fortalecen el sector y le dan el dinamismo necesario para ajustarse a las tecnologías, los nuevos modelos de negocios y los tiempos que corren. Sin duda la creatividad y la cultura que se respira en Buenos Aires es algo para seguir promoviendo ”, explicó el ministro de Desarrollo Económico, Francisco Cabrera. Para que esto ocurra es clave el papel de librero, uno de los oficios reconocidos como patrimonio de la cultura porteña. En sus “Memorias de un librero” (1994), el escritor y poeta Héctor Yánover, que estuvo al frente de la librería Norte, una de las más clásicas de la Ciudad, y falleció en 2003, reveló decenas de anécdotas que todavía se repiten en locales de libros. El, que supo reunirse con Julio Cortázar y Alejandra Pizarnik, definió ese compilado de pequeñas historias como “la picaresca del libro”. Pero lo que más plasmó fue, sin duda, el perfil del cliente, con historias insólitas y llenas de humor, y hasta extraños personajes que aún existen y viven y rondan por las librerías.