(Por Lucila Pinto) La Nación, 15/2/16
Stephen King tiene una perra que se llama Molly y que el 25 de diciembre se quedó dormida debajo de una mesa con un moño rojo atado al cuello. No lo dijo en una entrevista ni es un fragmento de una nueva novela. Lo escribió en Twitter (y subió una foto). Stephen no sólo tuitea sobre Molly; también critica a Donald Trump e imagina historias de terror modernas, que cosechan más de 7000 "me gusta" (y no es raro, ya que su cuenta supera el millón de seguidores). Mientras algunos escritores se resisten -ni Michel Houellebecq ni Ricardo Piglia tienen cuentas propias en redes sociales, por poner dos ejemplos arbitrarios-, muchos otros son usuarios activos. Aunque el uso más común es el de la autopromoción (novedades editoriales, talleres literarios, entrevistas realizadas), también publican sobre lo que les pasa y sobre lo que piensan. Opinan a favor de un gobierno o de otro, o se quejan porque el calor trajo muchos mosquitos. Y, al igual que todos los seres humanos con una cuenta en una red social, crean una imagen ante los ojos de los demás, a veces a conciencia y otras sin pensarlo demasiado.
La diferencia con los demás mortales es que la materia prima de su trabajo, lo que los hace personajes públicos, es la misma que se pone en juego en las redes sociales: el lenguaje. ¿Cómo se llevan las redes sociales con la literatura? ¿Qué leyes comparten? ¿Escribir en ellas es un acto ligado a la escritura o son dos cosas bien distintas? ¿Cómo las usan los que escriben?
Luis Mey, autor de las novelas Los abandonados (Factotum) y El pasado del cielo (Seix Barral), entre otras, está acostumbrado a compartir en Facebook fragmentos de lo que está escribiendo. "Llegando a la recta final. Incluso le voy a cambiar el título. Les dejo el último fragmento. Algún día, tal vez, con mucha suerte, se lea en libro", subió a su cuenta personal en octubre de 2015, y pegó a continuación un párrafo de una novela que aún no se publicó.
¿Por qué esos adelantos espontáneos? "Es un soporte de publicación como cualquier otro, y acompaña la escritura, le da empuje, motiva y devuelve más rápido el sentido de lo que se te puede escapar. Dura lo que dura una publicación virtual, pero así de inmediata es también la devolución. Instruye más de lo que se cree. Reabre las reglas del proceso creativo. Además, hoy las redes son la principal herramienta de promoción. Es la única segura, la que no te deja a pata. Las otras -críticas, entrevistas- son una posibilidad que no siempre es segura. Se publican muchos libros y el espacio de promoción de medios culturales es estrecho", explica.
En la misma línea, Félix Bruzzone -publicó Los topos (Literatura Mondadori) y 76 (Momofuku), entre otros- sube microcrónicas sobre el trabajo al que se dedica cuando no está haciendo literatura: limpiar piletas ajenas. "Es una lástima romper ese equilibrio de flores y agua cristalina, pero así es la vida en los jardines de por acá. Romper milagros y esperar otro. Siempre alguno llega. Hay que estar tranquilo y saber esperar. Los jardines son profesores de yoga", compartió, por ejemplo, el 13 de enero.
"Escribo en Facebook porque está muy a mano y tiene bastante tránsito, y porque una vez publicado ya me lo saqué de encima. Es una experiencia de escritura mucho menos calculada que la que uno puede hacer en cualquier otro soporte", explica, y agrega que existe la posibilidad de que eventualmente se publique un libro con esas crónicas.
La ventana indiscreta
El 3 de diciembre, Pedro Mairal, autor de Una noche con Sabrina Love, entre otras obras, se preguntó lo siguiente, en forma de verso y en Twitter: "En la mañana de calor / ¿qué se gritan los paraguayos / de un andamio a otro?". Aunque la mayor parte de sus tweets van por el camino de la promoción -de sus talleres y publicaciones-, en su timeline cada tanto aparecen, como perlitas en una jungla hecha de otro material, ese tipo de intervenciones.
"Hay una matriz de haiku, de poema breve, y es interesante instalarlo en ese lugar de circulación veloz. Pienso mis tweets, sí, los premedito a veces. Soy bastante obse. Supongo que sé que hay una expectativa distinta en los seguidores por el hecho de que soy escritor. Pero no pretendo hacer una obra en Twitter, ni recopilar tweets, ni nada así. Tampoco creo que me influya el estilo como sí hicieron los blogs. Lo extraño es que si lo publico en papel, en un libro de poemas, se imprimen quinientos y lo leen doscientas personas a lo largo de cinco años. Si lo pongo en Twitter, quizá lo ven dos mil personas en un rato. Eso es lo que creo que hay que aprovechar de las redes sociales, una posibilidad de comunicación poderosa", dice.
Aunque para Mairal no haya sido así, ¿pueden Twitter y Facebook modificar la obra de un escritor? Además de publicar, ¿sacan material de lo que ven ahí? Según Pablo Ottonello, autor de Quiero ser artista (Tenemos las Máquinas), hay un impulso literario en ser espías de las vidas ajenas. "Es La ventana indiscreta en su versión institucional", dice.
Ottonello se resistió a usar redes sociales hasta mediados de 2015, cuando se fue a vivir a Iowa City, un pueblo del Midwest de Estados Unidos, para hacer un máster en escritura creativa. Después de haberlas prejuzgado por mucho tiempo ("Mi temor, un poco obsesivo, era que me distrajeran demasiado a la hora de trabajar, como pasa con Internet, el Aleph del que hablaba Borges"), se abrió una cuenta en Facebook para estar más conectado en la distancia con la familia y los amigos. Enseguida, empezó a publicar en esa misma red social una serie de "Cartas a Mark Zuckerberg", donde le cuenta que se metió de cabeza en el loop frenético de la red que él creó.
"Me sorprendió cómo la gente elige narrarse a sí misma. Como le escribí a Mark en una de las cartas, me recordó a un texto de Piglia en El último lector, en el que habla de Freud y la literatura: sobre cómo el psicoanálisis nos permitió ver nuestras vidas menores como vidas épicas, vidas de héroes. Me gusta pensar que, a su modo y con sus infinitas variaciones, Facebook replica eso. Facebook me parece un género literario. Y Mark, entonces, sería el demiurgo. Eso se lo dije también, en una de las cartas", explica.
Borges y la biblioteca
Las norteamericanas Margaret Atwood y Joyce Carol Oates son otras dos escritoras muy activas en Twitter. Los temas de Oates suelen ser mascotas perdidas, política, neurociencias y poesía. Atwood, en cambio, es prolífica en elretweet: comparte lo que twittearon otros (y cada tanto sube material propio). Mientras tanto, en Facebook, el cuentista y novelista dominicano Junot Díaz escribe y comparte artículos sobre la integración de los latinos en Estados Unidos.
Muchas veces, las redes sociales son un lugar para opinar, sea sobre proteccionismo animal, sobre política o sobre literatura, para mostrar en qué lugar del mapa de las ideas está parado uno. Para Enzo Maqueira, autor deElectrónica (Interzona), entre otras novelas, esa es su función fundamental. "Hay una representación de mí como escritor que es en las redes y yo me tengo que ocupar de que siga siendo. En la era de la autogestión y la sobreinformación, el artista tiene que abrirse paso. Las redes son la forma más directa de conseguir visibilidad, pero también de discutir", dice.
Las peleas en redes sociales entre escritores existen. Maqueira, por ejemplo, fue foco de un intercambio con el editor y poeta Damián Ríos, después de que Ríos criticara sus apariciones en los medios.
Aunque admite que a veces le dan fiaca, le sale fácil prenderse en esas polémicas: "No se puede pensar a Borges sin la idea de una biblioteca. Lo mismo pasa con nosotros y las redes. Ser parte de ellas implica participar de una discusión constante sobre los temas en agenda. El nuevo paradigma de escritores no le da la espalda a su tiempo y dialoga como se dialoga hoy: en redes sociales, con fotos de gatitos, con tweets, con lamentarnos todos cuando se muere David Bowie. No se puede estar ajeno a las redes sociales, porque son la gran marca de la época".