domingo

Sístole y diástole

Fue desde entonces,
desde  el tiempo del Rodrigazo,
cuando no se encontraba aceite
azúcar o papel higiénico,
y cuando se encontraban
eran impagables,
que se empezó a grabar
esta  memoria mía.



Desde entonces mis neuronas
tienen memoria de inflación
mi biología
los glóbulos rojos
y los blancos,
mi sístole y mi diástole
recuerdan  inflación.


En el 89 y en el 90
desenchufé la heladera,
mejor no gastar en electricidad
cuando no teníamos ni un ramito de perejil
ni una zanahoria que  guardar.        
                        


Ni una moneda para viajar.
Sístole
le pedíamos a los choferes del 95
si nos podían llevar
diástole
y cuando cobrábamos,
con los compañeros de trabajo
hacíamos plazos fijos a una semana
para tener algo, para no perder tanto.


Pero igual la inflación nos apaleaba.
Desde entonces,  
cuando cae la devaluación sobre nosotros,
¡sístole!
castigo, tempestad,
cataratas sobre nuestras cabezas,
mi biología me dicta:
corre al supermercado
compra aceite, arroz, yerba
¡diástole!
que todo va a subir de nuevo
mientras duermas estará subiendo
va a subir de vuelta mañana
y pasado mañana,
debes tener algo en la alacena
¡corre!
sístole
¡apura!
diástole


Y señala con el dedo índice:

todo  será remarcado
y cual maldición bíblica
sufriréis el castigo del código de barras
cuando paséis por la caja del supermercado,
fuegos de la devaluación
descenderán sobre vosotros
y pereceréis
ardiendo de carencias, de rabia,
de billetera flaca o tarjeta colapsada.

Sístole,
dólar padre nuestro
Diástole,
madre inflación.


Isabel Garin


jueves

La mujer que lleva a su sombra en la cartera


A la mujer la sombra se le quedó en la playa un domingo de verano. Había ido con toda la familia y a la tardecita, cuando ya se volvían y había que recoger los toallones, las pelotas y las canastas, se dio cuenta de que algo quedaba sobre la arena, un objeto oscurecido, con una forma más o menos parecida a la de un cuerpo alargado. La mujer no la reconoció en seguida y se inclinó para levantarla  e identificar qué se estaban olvidando. 


Era su sombra. La sombra no pesaba nada en la mano y era tan flexible que si la levantaba por la cabeza parecía derramarse por los pies. Había quedado con la postura de brazos en jarras que había tenido secándose después del último baño, estirada por el sol poniente. La mujer no llamó a nadie ni comentó nada y como si quisiera ocultarla plegó ese cuerpo de luz oscurecida, lo dobló varias veces, hizo un rollito y se lo guardó en el bolso. 
Desde entonces anda con su sombra en la cartera. Su sombra no quiso depender nunca más de su cuerpo poniéndose al sol. Y como a la mujer le pesa no hacer sombra sobre el suelo, muchas veces intentó recuperarla sacándola de la cartera y desplegándola en el suelo detrás de ella, a contrasol, pero la sombra sigue con una postura enfurruñada de brazos en jarras aunque ella la desafíe levantando un brazo o estirando una pierna. La mujer, entonces,  vuelve a hacerla un rollito  y se la guarda en el bolso otra vez porque a tirarla no se anima. 


¿Niños? o ¿Niños y niñas? o ¿Niñes?


Invitación a fiesta infantil de un sindicato
del Hospital de Clínicas






"Feliz día, niñes" se invita en mi lugar de trabajo nombrando a  los infantes con un nuevo universal o genérico  que ahora busca su lugar en el castellano.

La lucha de mujeres y la emergencia de género ha impactado en muchos aspectos y uno  de ellos es sobre el idioma, al menos sobre el nuestro. Se trata de hace visible al género femenino en una lengua que nombra al universal o genérico con el masculino y se estructura fuertemente así. Desde hace una década o más los intentos de modificar esa estructura y abrir lugar a la visibilización de lo femenino han pasado o pasan por el desdoblamiento, es decir no usar más el masculino como genérico sino nombrar por separado a varones y a mujeres, ya sean  presentes o aludidos: los vecinos y vecinas, los profesores y profesoras. En el idioma escrito se ha hecho y y se hace con el uso de la @ o de la x en lugar de las vocales:  lxs vecinxs. Y hasta con la supresión de las vocales, sin reemplazo por otro signo: ls vecins. 

Estos intentos presentan diversos problemas, aparte de la lisa y llana resistencia: el desdoblamiento permanente es agotador y rompe el principio de economía del idioma,  y el reemplazo o supresión de las vocales solo sirve para la lengua escrita. Pero los intentos renuevan su creatividad  y ahora se desarrolla otro: encontrar un genérico nuevo reemplazando la o masculina  por la e neutra: vecines, compañeres, todes.

Resistencia correctiva
No sabemos qué recogerá  al final el castellano, y qué fijará, pero lo más probable es que más tarde  o más  temprano no pueda ignorar estas emergencias del habla que todavía pueden ser sectoriales, no abarcadoras de toda la sociedad, pero que va en ese camino. Hasta hace muy poco el lenguaje inclusivo solo aparecía en el discurso político, en el discurso público y políticamente correcto, pero avanza y  permea a otros ámbitos, también el de la vida personal y familiar. Por ejemplo: integro un grupo de guasap de una muchedumbre de primxs, y hete aquí que hasta no hace mucho podía dirigirme a ellos naturalmente con el universal "primos" pero desde hace poco, si me dirijo así, me entra una cosquilla molesta, una advertencia como de futuro estornudo, una pregunta que antes, en ese ámbito familiar o personal, no aparecía: ¿y las primas? O ¿y lxs primxs? O ¿y les primes?

Volviendo a la invitación a la fiesta infantil, que hay resistencias, las hay, no a la fiesta misma sino a la forma de saludar a les niñes. Pero que la resistan también es signo de que los perros ladran y el  idioma cabalga.