viernes

“Roma” en los Oscar: disparen contra Yalitza



El domingo 24 de febrero se realizará la entrega de los premios Oscar. Estos premios  se entregan de acuerdo a  la visión de la Academia de Artes y  Ciencias Cinematográficas, corazón de una de las industrias culturales más poderosas del mundo, la de Hollywood.  La Academia siempre ha seguido en sus elecciones los debates políticos y sociales de los Estados Unidos (las guerras, la especulación financiera o inmobiliaria, el poder de las corporaciones, la violencia social, homosexualidad y cuestiones de género, etc.),  y desde determinadas visiones políticas los de otros países y circunstancias.  En los rubros técnicos los Oscar están  también siempre a la cabeza de los avances y novedades tecnológicas de la cinematografía. Ahora es el turno del streaming, la modalidad que domina Netflix de distribución bajo demanda de contenido multimedia por Internet. De esta manera  han comenzado a estrenarse películas de primer nivel de producción al mismo tiempo en los cines y en Netflix, algo que se verá reflejado este año en la premiación.
Tal es el caso de Roma, la película dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón, que tiene diez nominaciones a los Oscar incluyendo la de Mejor película además de Mejor película de habla no inglesa, una doble nominación nada común. Tampoco es común lo sucedido con la protagonista Yalitza Aparicio, una joven mixteca que nunca había actuado en cine ni tenía ningún desarrollo actoral, y que está nominada a Mejor actriz por su papel de Cleo, el protagónico de Roma, junto a verdaderos pesos pesados como Glenn Close o Lady Gaga.

Pinche india
Roma recibe respuestas apasionadas adonde sea vista. El director Alfonso Cuarón celebra que su película despierte hondos sentidos emocionales y además que abra un debate, ahora explícito, sobre el racismo en el mismo México.  Cuando la protagonista, desconocida hasta el estreno, comenzó a ascender como figura pública mediante múltiples presentaciones, entrevistas en medios nacionales e internacionales, tapas de revistas y más, Yalitza Aparicio comenzó a recibir ataques y descalificaciones  que revelan  profunda discriminación, descreimiento de sus capacidades, intensas broncas y envidias desatadas.
Por supuesto que ella y la película han recibido felicitaciones, apoyos  y  buenos deseos en su país pero estos no han ocultado  los otros comentarios: reconocidos actores y actrices, conductoras de televisión, miembros destacados del ámbito de la cultura,  la descalifican considerando que simplemente  Yalitza “ha tenido buena suerte”,   “que le tocó a ella”,  que no ha elaborado un papel porque simplemente actúa como es y  que no podrá sostener una carrera de actriz, sin que falten los comentarios machistas (expresados por mujeres) de que no tendrá suerte en Hollywood porque para eso “le haría falta un cuerpazo”. E incluso que tuvo la suerte de la fea.  También se hizo público que  existía un movimiento de actrices para impedirle que fuera nominada a los premios Ariel, los más destacados del cine mexicano.
Más graves por su crudo y cotidiano racismo han  sido los comentarios del conocido actor Sergio Goyri. En un  video ocasional, en reunión de amigos, se lo escucha protestar porque hayan nominado a los Oscar a “una pinche india, que solo dice “Sí, señora, no, señora” (en la película) y que la metan en una terna a mejor actriz del Oscar”. Después que se viralizaran  sus expresiones recibieron un fuerte repudio,  de apoyo a Yalitza, y más tarde Goyri pidió disculpas, pero ya había revelado su pensamiento real acerca de Aparicio.  Un pensamiento no solo individual.

Más allá del racismo
A los insultos y descalificaciones Yalitza responde que está orgullosa de su condición de mujer indígena. Y muestra y defiende sus orígenes al declarar que entrará a la gala del Oscar acompañada por su madre, una mujer que siempre ha sido empleada doméstica, igual que el personaje de Cleo.
Por su parte Cuarón reivindica también que en la película se hable mixteca, uno de los varios idiomas originarios que se ocultan en México, y sostiene que darles lugar es parte de una lucha contra el racismo y el clasismo.  Y reafirma junto a Yalitza la lucha de los inmigrantes en Estados Unidos al dirigirla en una sesión de fotos justo frente al muro fronterizo que separa a ese país de México.



A lo largo del tiempo la Academia de Hollywood ha sido acusada con razón de ignorar o disminuir la  nominación de directores o actores negros, para terminar entregando un Oscar “blanco”.  Podría ser que en esta oportunidad buscara reivindicarse,  en posición  contraria a las políticas inmigratorias de Trump,  premiando con el Oscar a mejor actriz a una joven mujer mexicana, que debuta en cine, indígena, de orígenes muy humildes, que habla un idioma originario,  y que no cumpliría ciertos  estándares de belleza que se imponen en las pantallas.  Y que el director de Roma gane varias de las nominaciones que ha sumado permitiéndole a ambos, entre otras cosas, destacar las condiciones de vida de los de abajo en México y en Estados Unidos.
No estaría nada mal en épocas de agresión extrema contra los inmigrantes, violencia contra las mujeres,  desprecio y ocultamiento de los originarios y explotación de clase.
Isabel Garin
(colaboración  en 


lunes

Una historia que flotaba en el agua


Una vez soñé que yo entraba a un libro que flotaba en el agua.  En realidad lo que flotaba era la historia que ese libro contaba, y yo, sumergida,  veía desde abajo el texto que ondeaba suavemente en el agua cristalina, y leía las palabras al revés,  límpidas y ondulantes en  el reflejo de  la luz.

Isabel Garin



domingo

¿Por qué no te lees un librito de vez en cuando?

Eso preguntan Thalía y Lali Espósito en su tema Lindo pero bruto. Y se lo preguntan a ese bello de cuerpo duro pero cerebro en blanco al que invitan a hacer "desastres" un rato. 
Un rato de desastres o de alboroto y luego que se vaya a leer algo no estaría nada mal en estos tiempos de apariencia y de pantallas. A pesar, entonces, de tanto de las dos (apariencia y pantallas), el libro sigue guardando la capacidad de enseñar, de instruir, de ofrecer ese ejercicio intelectual de la lectura que no se encuentra de otro modo, y de colmar un cerebro vacío, según la sugerencia que le hacen las chicas. 





sábado

Milanesas


El hombre es joven pero la vida en  la calle lo ha estropeado y es fácil darle más años de los que tendrá. Que todavía es joven se nota por su porte erguido, y que sufre estropicio por las arrugas prematuras en la piel oscurecida y  por los dientes faltantes.

Justamente de los dientes se trata. Hace varios días que no mete entre los dientes que le quedan algo sustancioso, algo sólido, algo de carne, algo salado que deba masticar y al que se le sienta el pedazo al pasar por la garganta. No ha recolectado más que desayunos permanentes, recogidos de caridades de las panaderías o de sobras de  bares: un par de sanguchitos de miga con casi nada en el medio, dos porciones frías de pizza, unas medialunas saladas un día, unas medialunas dulces al siguiente… Hoy ha despertado soñando con milanesas. Se despertó comiendo milanesas en su casa, en la casa donde vivía de chico y adonde las milanesas eran un lujo muy ocasional y muy medido. Pero en el sueño había, y muchas, en una fuente grande en medio de la mesa, y por más que él y sus hermanos comían todas las que querían la fuente estaba siempre llena. Sacaban y sacaban milanesas y seguía habiendo, con muchas pero muchas papas fritas.




El hombre se despertó en la entrada del banco donde duerme con esa consistencia de carne empanada en la boca y el estómago haciendo ruidos de vacío. Ese vacío acuciante lo puso de pie. Sintió también que no aguantaba otro día más de medialunas y que salivaba de ganas de comer milanesas.
La memoria que se las hizo soñar le dejó una en el cerebro. Con ella titilando caminó durante la mañana a la deriva hasta llegar frente a una rotisería china de autoservicio.  Es mediodía ahora y el espectáculo es soberbio: hay cuatro largas hileras de fuentes metálicas repletas de comidas. Algunas, las calientes, desprenden un suave vapor.  Las frías esperan quietas, metros y metros de ensaladas diversas, budines, postres. Las vaporosas son canelones de verdura, tartas de choclos o de jamón y queso, arroces, albóndigas de carne en su salsa, batatas dulces o saladas, hamburguesas variadas, berenjenas, carne al horno, pasteles de vegetales al horno, bombas de papa con queso.




Y milanesas. El hombre se detiene en la puerta, que está abierta, invitándolo a pasar. Hay milanesas, las descubrió en el primer vistazo o tal vez ellas mismas lo llamaron. Su cuerpo tiembla de excitación. Su conciencia en el estómago lo impulsa y da un paso. Pasa la puerta como si pasara una frontera, la pasa y entra.

Y se abalanza. Se abalanza sobre la fuente de milanesas. Ha empujado a alguien de ese lugar, un hombre que retrocede, sorprendido, unas chicas que se servían cerca se alejan, asustadas. Pero él no ve a nadie. Ve milanesas. Agarra una, la siente en la mano, la estruja para sacarle la verdad, y se la lleva a la boca. Le da un buen mordiscón y en la boca es real, no es un sueño, es carne, huevo, pan rallado. La mastica. Lo confirma. Otro mordiscón, ahora tiembla de plenitud, ¡come milanesas! Se acaba la primera en tres o cuatro bocados velocísimos. Agarra otra.

A su alrededor se arma un remolino extrañado. Los clientes con sus fuentecitas en la mano se han paralizado viéndolo comer ahí mismo. Desde el mostrador los dueños que envuelven las fuentes y cobran salen de un instante de sorpresa y le gritan algo en chino, ¡alto!,  se supone, y ahora salen de atrás del mostrador al mismo tiempo que aparecen empleados de la cocina, atraídos por los gritos.
El hombre nota que se acercan  y en un reflejo de lucidez se aferra con la mano izquierda al exhibidor de comidas: de ahí no lo saca nadie, va a seguir comiendo milanesas aunque deje la vida. Enseguida siente que lo tiran desde atrás pero él tiene una milanesa en la mano derecha y la aprieta bien fuerte aunque un chino a los gritos se la quiera sacar. De ninguna manera. Con la cabeza para atrás, tironeado por los pelos, empujado, insultado, no pueden abrirle la mano izquierda aferrada como garra y no es posible cerrarle la boca con la que sigue comiendo. Sí, señor. 

En los forcejeos algún codo o mano ha caído sobre los canelones vecinos y los ha desarmado y desparramado en una mezcla de verdura, ricota y salsa blanca que salpica a los luchadores. Se oye un coro de exclamaciones del público que parece asistir a una inesperada y exaltada obra de teatro. No logran retirar al hombre del exhibidor, alejarlo, porque los intentos de hacerlo son desordenados y superpuestos y no advierten que lo que tienen que hacer es sacar de allí la fuente de milanesas, y como no lo advierten el hombre vuelve a pescar con la mano derecha, inteligente y autónoma,  otra más,  y sigue devorándolas ante la furia china que quiere detenerlo torciéndole el brazo y no lo consigue.

En esas están todos cuando un patrullero se detiene frente al local. El hombre ha oído la sirena y advierte la amenaza de su reflejo azul pero ahora ya está satisfecho. Abre la mano izquierda, se suelta. Mastica el último bocado, se relame, se pasa la gozosa  lengua por los labios.

Isabel Garin